La lista de víctimas mortales de la inmigración ilegal continúa creciendo. Ayer se sumaron a este trágico registro los nombres de otras seis personas que perdieron la vida a sólo unos kilómetros de nuestra ciudad.
Fuentes no oficiales elevan el número de fallecidos a ocho y el de desaparecidos de cuatro a trece personas. Entre ambas cifras se encuentra el nivel exacto del drama que se vivó ayer en aguas marroquíes, en la playa de la Bocana. Allí naufragó una patera en la que viajaba entre una veintena y una treintena de inmigrantes. Diez de ellos pudieron ser rescatados por los efectivos policiales y de emergencia del país vecinos. Los agentes del Grupo Especial de Actividades Subacuáticas (GEAS) de la Guardia Civil no tuvieron oportunidad de intervenir aunque acudieron a las proximidades del lugar del suceso cuando tuvieron conocimiento de lo ocurrido.
Todos los fallecidos son subsaharianos, los únicos pasajeros de las pateras que tienen como destino nuestra ciudad. También son subsaharianos los inmigrantes que saltan la valla. Subsaharianos son quienes arriesgan la vida ocultándose en los más insospechados huecos de vehículos. Y sólo subsaharianos son los inmigrantes que han pasado una temporada en las laderas del monte Gurugú antes de lograr entrar en Melilla.
No son subsaharianos los inmigrantes que cruzan por la frontera sobornando a los funcionarios del país vecino o superando los controles marroquíes con un pasaporte o documentación ‘alquilados’. Tampoco son subsaharianos los inmigrantes que tramitan sus solicitudes de asilo en las dependencias de Beni Enzar. Son inmigrantes ilegales de origen magrebí y resultan casi imperceptibles para la Guardia Civil. Los efectivos y los refuerzos de la Benemérita desplegados a lo largo de todo el perímetro y en los puestos fronterizos no representan el más mínimo impedimento para los ciudadanos sirios o argelinos.
Las circunstancias y las distintas medidas adoptadas ante la inmigración ilegal han llevado a establecer, probablemente sin pretenderlo, dos clases de personas que entran ilegalmente en Melilla. Unas, las más afortunadas, ‘sólo’ deben contar con los recursos económicos para financiar su entrada y la de su familia en nuestro país. El mayor riesgo que corren es ser descubiertos en el control de documentación de nuestros pasos fronterizos. Antes, en el peor de los casos, si eran detectados, la Policía Nacional les prohibía la entrada. Así era hasta la apertura en Beni Enzar de las instalaciones para tramitar las peticiones de asilo. Ahora sólo tienen que iniciar la tramitación de la solicitud de protección internacional. Superado el papeleo, pueden continuar con su viaje hasta el CETI.
El camino para los inmigrantes subsaharianos no es tan sencillo, a pesar de que el director general de la Guardia Civil, Arsenio Fernández de Mesa, insista en cerrar los ojos para no ver lo evidente.
El viaje de los subsaharianos empieza cuando suben a una patera, cuando se contorsionan para ocultarse en un ínfimo espacio sin aire dentro de un vehículo o cuando inician el descenso del Gurugú para intentar saltar el vallado. Como los magrebíes, en sus retinas están las instalaciones del CETI, pero el ‘viaje’ de los subsaharianos no es tan sencillo, no tiene tantas garantías de éxito y cuenta con grandes posibilidades de acabar en tragedia.
El suceso ocurrido ayer en la Bocana volvió a dejar sin argumentos a quienes niegan que existe discriminación entre los inmigrantes ilegales
El drama de estas personas de piel oscura sumó ayer 6 muertos y 4 desaparecidos, según fuentes oficiales, o 8 muertos y los 13 desaparecidos, si de da credibilidad a activistas del otro lado de la frontera.
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