Los melillenses se han quedado muy sorprendidos al ver el vídeo de apenas ocho segundos que recoge el momento del aterrizaje en Melilla de un migrante que saltó la valla ayer por la tarde en parapente por la zona del Río Nano.
Es la primera vez que se produce en la ciudad una entrada de este tipo, lo que indica que ante el refuerzo de la vigilancia en las inmediaciones de la doble alambrada, la inmigración irregular busca alternativas ingeniosas para sortear los obstáculos.
Desde el 24 de junio, cuando se produjo la tragedia de Barrio Chino, no se daba en Melilla un salto a la valla. Ha habido presión migratoria, pero no tenemos noticias de que nadie haya podido entrar en la ciudad por vía terrestre porque Marruecos se ha encargado de evitar los campamentos de inmigrantes en el monte Gurugú.
Prueba de la impermeabilidad de la valla, ahora que la Gendarmería marroquí está poniendo de su parte en la vigilancia terrestre, es el aumento de la llegada de pateras y nadadores a la ciudad. De hecho, este domingo llegaron ocho migrantes magrebíes por Horcas Coloradas a bordo de un barco con matrícula española.
Del 1 de enero al 30 de noviembre han llegado a Melilla 28 pateras frente a las tres embarcaciones que tocaron tierra el año pasado. Es un aumento del 833%, según el Balance de la Inmigración Irregular que actualiza quincenalmente el Ministerio del Interior.
Por tierra, en cambio, este año solo han llegado 80 migrantes más que en el mismo periodo del año pasado. De esa forma, hasta el 30 de noviembre habían entrado en Melilla por vía terrestre 1.171 personas.
Está claro que la inmigración irregular busca fórmulas novedosas para acceder a España. Lo del parapente es, desde luego, preocupante y confirma la tesis de que la presión migratoria no se frena con muros más altos sino con más cooperación al desarrollo.
En Internet se pueden encontrar parapentes desde seis euros. ¿Cómo frenamos la entrada de migrantes desde Marruecos si deciden entrar, todos en grupo, por esta vía?
Hoy es una novedad, de la misma forma que en su día lo fue cruzar el Estrecho en balsas de juguete. Hay que pensar cómo evitar que lo que hoy es lo nunca visto se convierta en el futuro en el pan nuestro de cada día.