Siempre he sido una amante de la historia. Desde pequeña me encantaba conocer todos los detalles sobre cómo habría sido la infancia de mis madres y de mis abuelos (nacidos a principios del siglo XX).
Si alguien podía hablarme de una España muy diferente a la que yo conocía eran ellos. Mi familia era el mejor archivo documental que podía existir y lo sigue siendo.
Hablando con mi madre sobre cómo se habían conocido mis abuelos maternos, Peregrina y Ramón, me narró una historia que desconocía y repleta de amor.
Mi abuelo era primo de una amiga de mi abuela y cuando fue a luchar a la Guerra Civil española con tan sólo 22 años, una amiga en común le pidió a mi abuela que fuese su madrina de guerra, que le escribiese cartas para narrarle situaciones que le distrajesen de la realidad amarga en la que se encontraba un chico joven que estaba viviendo las atrocidades del conflicto en primera persona. Sólo aquellas misivas que se enviaban levantaban la moral de los soldados.
Pero mi abuelo no sólo era más fuerte mentalmente gracias a esas cartas sino que, literalmente, le salvaron la vida. En una de las contiendas le dispararon justo en la parte, en la cual guardaba todas las cartas y gracias a eso sobrevivió.
Tras su regreso del frente, ambos se conocieron y la sensación debió ser muy buena porque permanecieron juntos hasta que mi abuela falleció. No sé si fue el destino, pero me gusta creer que el amor salvó a mi abuelo Ramón.
Las madrinas de guerra nacieron en la Primera Guerra Mundial, pero en España cobraron un auge espectacular durante la Guerra Civil española de 1936.
La figura de las madrinas de guerra jugó un papel muy importante que se tradujo en cientos de libros, investigando sobre este tema. Una de las obras más relevantes es La madrina de guerra, del escritor José Antonio Lázaro.
El Faro ha tenido la oportunidad de hablar con él para contarnos cómo surgió la idea de escribir un libro sobre las madrinas de la Guerra Civil, una figura que desconocía y le causó curiosidad: “buscaba historias sobre la Guerra Civil en España y, por casualidad, descubrí un artículo que escribió Arturo Pérez-Reverte que hablaba sobre su abuela que era madrina de guerra, así que me documenté sobre el tema y me llamó la atención porque desconocía esa figura. Así que empecé a leer sobre esta etapa de la historia y enseguida vi la oportunidad de escribir algo acerca de este asunto”.
Una de las preguntas que se me vienen a la mente es el papel que, desde el punto de vista del autor, jugaron las madrinas de guerra: “esas chicas muy jóvenes buscaban ofrecer una palabra de aliento, algún entretenimiento. Muchas de esas misivas no tenían ánimo de buscar pareja, ni mucho menos. Su propósito era ofrecer una palabra a esos soldados que, en muchos casos, no tenían con quién escribirse. En la División Azul eran más activas las madrinas de guerra porque el papel de la mujer en ambos lados era diferente. En el ejército republicano, las mujeres tenían un papel más activo en el conflicto. Muchas de ellas eran guerrilleras. En el Bando nacional, tal vez, tenían un papel más secundario, en la retaguardia y ahí es dónde las madrinas de guerra cobraban especial relevancia”.
José Antonio Lucero nunca llegó a encontrar el dato de las personas que se casaron tras el intercambio de cartas: “logré información a través de sus descendientes. Uno de ellos es el cantautor Joaquín Sabina. Me comentó que su madre comenzó a cartearse con un soldado y que, finalmente, contrajeron matrimonio. Es complicado hallar información acerca de las madrinas de guerra, ya que era algo que se realizaba en el ámbito privado. Muchas cartas se escribían en el anonimato, incluso de manera secreta, a soldados del bando republicano. Muchas de esas epístolas fueron quemadas o destruidas para que no se les incriminaran por cartearse con soldados republicanos, así que no quedan testimonios documentales. Sí que emocionales porque a mí, a raíz de haber publicado la novela, me han escrito muchas personas contándome historias de sus padres o abuelos”.
A través de La madrina de guerra “persigo dar un homenaje a esas mujeres y soldados que a través de la correspondencia pudieron hacer un poquito más llevadera su vida en aquel momento tan difícil. Con esta novela he intentado narrar una historia sin ideologías, ni bandos. He intentado acercarme a una historia humana en un momento de conflicto y sinrazón”.