Este jueves se ha conocido un nuevo caso de rabia en un perro en la ciudad autónoma de Melilla. La última vez que había habido un episodio de esta enfermedad en la ciudad fue a mediados de septiembre del año pasado, y, después de los cuatro casos que se habían registrado hasta ese momento en 2023, la Ciudad decretó, a final de ese mes, el nivel 1 de alerta, con una duración de seis meses.
El nivel 1 de alerta de rabia incluye un refuerzo de la vacunación antirrábica obligatoria de perros, gatos y hurones, y marca como imprescindible disponer del pasaporte sanitario con su identificación mediante microchip, así como la vacunación antirrábica en vigor, en algunos casos con dos dosis.
Han transcurrido tres meses –la mitad- desde entonces y no parece haberse solucionado. De hecho, la convivencia de Melilla con la rabia en animales salvajes o asilvestrados (fundamentalmente perros) es un mal endémico que viene propiciado, posiblemente, por su cercanía a Argelia y Marruecos, donde al año se declaran 700 y 300 casos, respectivamente.
Esa es la teoría del presidente del Colegio de Veterinarios de Melilla, Rafael Serrano, quien explicó hace unos meses a El Faro que el quid de la cuestión puede estar en la valla, que, aunque es "bastante extensa", "tiene algunos puntos", como vados de arroyos, por donde pueden entrar pequeños animales procedentes tanto de Argelia como de Marruecos.
Se deduce esto, además, porque en el resto de España, descontando a Ceuta –que también tiene episodios esporádicos-, la incidencia de esta enfermedad es prácticamente nula.
Si tenemos en cuenta que, desde el año 1983, hay una media de tres casos al año de rabia en la ciudad autónoma, en 2023 no se estuvo muy lejos de ella, pues sólo hubo un episodio más del habitual.
Pero esto es un problema, porque está sobradamente demostrado que la rabia es una de las enfermedades tropicales desatendidas que afecta principalmente a poblaciones marginadas, pobres y vulnerables.
Transmitido por perros domésticos habitualmente, una vez que aparecen los síntomas clínicos, es mortal en el 99 por ciento de los casos en personas, por lo que cualquier precaución que se tome en este sentido es poca.
Se desconoce si se han reparado esos pequeños huecos por donde podrían colarse estos animales, pero ese sería un buen primer paso. Después, a nivel personal, la gente debe ser responsable y vacunar a sus mascotas, no acercarse a los animales silvestres y buscar atención médica después de una potencial exposición antes de que comiencen los síntomas. Esas son las recetas más seguras para evitar disgustos y son también un signo de preocupación por los demás con una enfermedad que no conviene tomarse a broma.
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