Opinión

Ni un paso atrás en Melilla

A raíz de la tragedia del 24 de junio, tras el salto a la valla por la zona de Barrio Chino que dejó entre 23 y 37 jóvenes muertos; unos 70 desaparecidos y otros 60 condenados a penas de cárcel en Marruecos, se ha vuelto a polemizar mucho en torno a dónde empiezan y dónde terminan los límites de Melilla.

En una respuesta enviada en octubre al diputado de Bildu Jon Iñárritu, el Gobierno de España es meridianamente claro: la delimitación del territorio de Melilla está definida por la valla fronteriza. Esto no da lugar a interpretación alguna. Y si bien puede que en el contexto actual nos favorezca en el conflicto en torno a si hubo o no muertos el 24J en la ciudad, es una renuncia expresa al derecho de disponer, como el resto de países que comparten frontera con otro estado, de una zona neutral que a día de hoy se ha comido Marruecos.

Esto no es ninguna novedad en Melilla. Aunque en su respuesta parlamentaria el Ejecutivo define la 'tierra de nadie' como "pasillos de tránsito que existen en los pasos fronterizos en los que no existe jurisdicción de ninguno de los dos países", en el caso de Melilla lo que debería ser zona neutral es hoy zona de control de pasaportes de Marruecos o en otros puntos como Farhana y Barrio Chino está urbanizado o a punto de urbanizarse aún más, atendiendo al plan inmobiliario que impulsa el Gobierno de Beni Enzar.

Hasta que cerró la frontera en mayo de 2020, la 'tierra de nadie' estaba llena de buscavidas que se aglomeraban a las puertas de Melilla y vivían del porteo o de las propinas que se sacaban por facilitar los papeles que entonces había que rellenar para el visado.

Ahora, como ambos países exigen visado para cruzar el control fronterizo, se acabó no solo el comercio atípico sino también el avispero que se montaba a las puertas de Beni Enzar y que muchos aprovechaban para entrar a la ciudad al menor despiste de la vigilancia.

Pese a que la provincia de Nador es un territorio vastísimo y con muchísimo terreno por urbanizar, Marruecos lleva años acercando sus construcciones a la valla de Melilla. Puede que en España creamos que la 'tierra de nadie' es un pasillo sin jurisdicción de ninguno de los dos países, pero ellos recurren a la política de hechos consumados. Algo así como: si vivo aquí, esto es mío.

En el año 2017, el alborotador marroquí Said Chramti apeló una sentencia judicial que le condenaba a un año de prisión y una multa de 1.200 dirhams por organizar manifestaciones en la 'tierra de nadie', colindante con la frontera de Beni Enzar.

Paradojas del destino, Chramti, que por aquel entonces lideraba el hoy olvidado Movimiento de Liberación de Ceuta y Melilla, apeló en su defensa a los tratados bilaterales firmados entre España y Marruecos en los que consta que la ‘tierra de nadie’ ubicada en las inmediaciones del paso fronterizo de Beni Enzar está bajo jurisdicción española por lo que él entendía que no debía ser juzgado por un tribunal marroquí sino por uno español.

El juez Nour Said El Hajioui, del Tribunal de Apelación de la provincia de Nador, ignoró el argumento de Chramti asegurando que Melilla y la ‘tierra de nadie’ son marroquíes. De esta forma ratificó la condena a un año de prisión que cumplió el alborotador que mantenía en jaque a la Policía española con lanzamientos de piedras y protestas que obligaban a cerrar la frontera día sí y día también.

Recuerdo que en tiempos del ministro del Interior Jorge Fernández Díaz se anunció que se acometerían obras en 'tierra de nadie' para habilitar carriles en la zona de Beni Enzar y conseguimos fotos de las máquinas y los operarios marroquíes trabajando a destajo. Preguntamos al Ministerio por qué no había ninguna empresa española colaborando en esos trabajos y nos contestaron que España colaboraba económicamente. O sea, nosotros pusimos parte del dinero y Marruecos puso los trabajadores. Negocio redondo.

Renunciar a que Marruecos respete los 500 metros de zona neutral es una imprudencia que no deberíamos permitirnos porque legitima la presencia marroquí en tierras que sobre los mapas y los tratados internacionales corresponden a Melilla.

Paralelamente al avance de Marruecos, nuestra ciudad ha ido retrocediendo. De hecho, hay mojones que delimitan nuestra ciudad y que se han quedado del otro lado de la valla. Pero reconocer que eso es Melilla es casi lo mismo que admitir que un migrante de pie junto a la alambrada del lado marroquí ya ha pisado territorio español y, por tanto, debe ser admitido en nuestro país.

El Gobierno, con su respuesta a Bildu, ha certificado que Melilla acaba en la valla: todo lo demás es Marruecos. Deberíamos plantarnos y no dar ni un paso atrás. No tiene ningún sentido que hayamos recuperado los 0,15 km que tiene el Islote de Perejil y que renunciemos a la 'tierra de nadie'.

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