Este domingo 13 de septiembre, los vecinos de Nador están llamados a manifestarse contra el Gobierno de Rabat, que mantiene los pasos fronterizos más importantes de África cerrados a cal y canto en Ceuta y Melilla.
Los nadorenses han tardado en manifestar su desacuerdo con la política anti-COVID19 de las autoridades marroquíes, pero finalmente la convocatoria la lanza el Sindicato Nacional Mediterráneo de Transportes y Profesiones, pocos días después de que Rabat anunciara que permitirá entrar al país a los turistas que tengan reserva en un hotel.
La medida, que está prevista que entre en vigor mañana jueves, no afecta a los pasos fronterizos de Melilla y Ceuta donde ni España ni Marruecos abren la verja. En nuestro caso, por una cuestión de reciprocidad. Si ellos no abren, no tiene sentido que lo hagamos nosotros. Nada que objetar.
¿Pero qué pasa con los trabajadores transfronterizos? El Faro ha hablado con uno de ellos, que ayer estaba desesperado porque la Mutua de Melilla le ha avisado de que debe presentarse este miércoles en nuestra ciudad o perderá la paga que está cobrando por una baja laboral que encadena desde el mes de febrero, antes de que estallara la crisis del coronavirus.
Él se arriesga a perder un empleo en Melilla en el que lleva trabajando desde hace 16 años, con contrato indefinido. “Estaré el primero en esa manifestación porque esto me afecta directamente a mí”, dijo a El Faro.
El suyo no es un caso aislado. Este periódico ha podido hablar con otro marroquí jubilado que cobra su pensión en bancos de Melilla y desde que cerró la frontera no percibe ni un solo euro porque no puede venir a cobrar.
También con otro trabajador transfronterizo del sector del transporte, que asegura que lleva siete meses “encerrado en Marruecos” sin poder acudir a su trabajo “y sin prestación ninguna ni del lado español ni del lado marroquí. Y como yo, 3.000 personas más”, dijo.
“La situación económica en Nador está hundida. Hay personas que venden sus bienes para comer porque la mayoría trabajan en la frontera”, señala a este periódico un activista de una ONG de la vecina provincia marroquí.
Tan mal estamos en Melilla que no hemos caído en la cuenta de que si aquí la cosa está fea, peor debe andar por el otro lado de la frontera. No podemos ignorar que Nador es una región atrasada, cuyos motores económicos hoy por hoy dependen de nuestra ciudad por mucho que Rabat presuma de habernos desvalijado el puerto para promover el suyo. Lo ha conseguido, está claro, pero a qué precio.
Lo explicaba por teléfono a El Faro una mujer marroquí, que antes del cierre fronterizo trabajaba como empleada doméstica en nuestra ciudad. “Por aquí la cosa está muy mal. Hay mucha gente enferma en Beni Chiker y no hay trabajo. Estamos mal”.
Las aspiraciones de las autoridades marroquíes de asfixiar económicamente a Melilla han chocado con el aguante y la rebeldía de su pueblo. “No pueden cerrar una frontera que lleva varios siglos abierta”, explica otro nadorense a este diario. Él refiere que sus padres, sus abuelos y sus bisabuelos vivieron del comercio entre nuestra ciudad y Nador y no está dispuesto a colaborar con una política que busca cortar por lo sano con la economía de las familias a uno y otro lado de la frontera.
Ya habíamos comentado, en alguna ocasión, que Marruecos podrá plantearse la política de asfixia que quiera, pero necesariamente, tendrá que sacarse un ojo si quiere vernos a nosotros tuertos.
La situación es dramática a ambos lados de la frontera. Las reservas que Rabat pueda tener respecto a la posición de Unidas Podemos sobre la independencia del Sáhara, algo de lo que, por cierto, apenas se escucha hablar, los tiene en modo destrucción.
Vamos a ver cómo va la manifestación del domingo en Nador, que no deja de ser preocupante porque pretenderá reunir a muchas personas en una situación en la que el distanciamiento social es fundamental para evitar la propagación de un virus que nos está haciendo mucho daño a todos.
El blindaje de la frontera protagonizado por Marruecos el 13 de marzo so pretexto del coronavirus está acabando con los trabajadores transfronterizos. Nador muere matando. Nosotros no podemos bajar la guardia. Nos necesitamos mutuamente y estamos dispuestos a hablar, pero desde el respeto. Aquí estamos ya un poco hartos de la política de hechos consumados.
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