Opinión

Melilla y la Semana Mundial de la Armonía Interconfesional

La Semana Mundial de la Armonía Interconfesional entre todas las religiones, confesiones y creencias, concebida para promover una cultura de paz y no violencia, fue propuesta por primera vez por el Rey Abdullah II de Jordania en las Naciones Unidas en 2010. La Asamblea General de la ONU acogió rápidamente la propuesta y en su resolución A/RES/65/5 declaró la primera semana de febrero de cada año como la Semana Mundial de la Armonía Interconfesional. A partir de esta fecha, se han venido construyendo puentes para que las naciones del todo el mundo se avoquen a darle cumplimiento a este decreto y a través de la planificación de distintos eventos, programas y actividades se logre alcanzar una cultura de paz y no violencia entre los pueblos.

En dicha resolución se afirma que la comprensión y el diálogo entre religiones constituyen dimensiones importantes de la cultura de paz. Y se solicita a los gobiernos, las instituciones y la sociedad civil que lo observen con programas e iniciativas diversos que promuevan los objetivos de esta celebración. En este sentido, La Asamblea General de las Naciones Unidas, busca crear mayores alianzas y compromisos de parte de los estados y hacer de esta semana un evento para llevar un mensaje de esperanza, solidaridad y armonía interconfesional, donde se involucren todas las corrientes religiosas que existen en todo el planeta.

La celebración de la Semana Mundial de la Armonía Interconfesional representa un paso importantísimo para que las distintas religiones y confesiones que hoy existen en los cinco continentes, puedan llegar a un entendimiento en lo concerniente al respeto mutuo de sus creencias y que esto coadyuve a vivir en un mundo más armónico y tolerante para todos.

El verdadero objetivo está en entender, que todas las religiones juegan un papel importante en las culturas y tradiciones de los pueblos y aunque la manera de concebirla sea diferente, al final, el camino es el mismo, conectarnos con una vida más espiritual donde seamos capaces de amarnos, respetarnos y tolerarnos a pesar de las diferencias.

Existe la necesidad de que las diferentes confesiones y religions dialoguen para que haya más comprensión mutua, armonía y cooperación entre las personas y que los imperativos morales de todas las religiones, convicciones y creencias incluyan la paz, la tolerancia y la comprensión mutua. En este contexto, la buena convivencia entre las personas de distintas culturas y religiones es la tónica que marca el día a día.

El conocimiento sobre las religiones, las creencias y el diálogo interreligioso e interconviccional son elementos clave para prevenir los prejuicios y los temores que pueden poner en riesgo la cohesión social.

Más concretamente, el diálogo interreligioso e interconviccional facilita la participación y el conocimiento de la riqueza del territorio y de las personas. Este diálogo propicia que se consiga una interacción real, pero, sobre todo, favorece la relación entre comunidades próximas para llegar a un conocimiento que permite establecer puntos comunes y dar visibilidad a esta pluralidad. Todos estos objetivos y actuaciones están enmarcados en una dimensión de valores sociales, humanos y éticos, siempre con la perspectiva del respeto y la paz.

En este contexto, en Melilla, donde hay muchísimas comunidades y entidades religiosas y de conciencia, la Ciudad Autónoma y la Delegación del Gobierno deberían impulsar programas de grupos de diálogo interreligioso. Los grupos de diálogo interreligioso son espacios de encuentro en los que personas vinculadas de varias creencias y convicciones de un territorio concreto se reúnen con el fin de valorar y visibilizar el pluralismo religioso en la ciudad, defender el derecho a la libertad religiosa, de pensamiento y de conciencia, combatir prejuicios entre tradiciones y mejorar la cohesión social del territorio.

Nuestras tradiciones religiosas son una fuente necesaria de inspiración para fomentar una cultura del encuentro. Es fundamental la cooperación interreligiosa basada en la promoción de un diálogo sincero, respetuoso, que va hacia la unidad sin confundir, manteniendo las identidades. No hay alternativa: o construimos el futuro juntos o no habrá futuro. Las religiones, de modo especial, no pueden renunciar a la tarea urgente de construir puentes entre los pueblos y las culturas.

Es importante demostrar que los creyentes somos un factor de paz para las sociedades humanas y así responderemos a quienes injustamente acusan a las religiones de fomentar odio y ser causa de violencia. En el mundo precario de hoy, el diálogo entre las religiones no es un signo de debilidad. Este encuentra su propia razón de ser en el diálogo de Dios con la humanidad. Se trata de cambiar actitudes históricas.

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