Los ciudadanos de Melilla han vuelto a estar a la altura de las expectativas este sábado con la gran celebración preparada por la Ciudad Autónoma en la plaza de las Culturas para la conmemoración del Yennayer 2973-2023.
Una vez más, los melillenses han dado ejemplo de convivencia y armonía al reunirse personas de diferentes credos para festejar juntos el año nuevo amazigh. Al igual que sucedió con la Navidad o Januká recientemente, o igual que pasará durante el Ramadán, cuando familias de diversos orígenes se congregarán para romper juntas el ayuno con un plato de harera, este fin de semana la ciudad se ha volcado en uno de sus más emblemáticos lugares.
Cientos, puede que miles de personas han participado en talleres, se han hecho fotos con gente especialmente ataviada para la ocasión o han probado productos típicos amazigh mientras sonaba música tradicional de fondo, pinchada desde el escenario situado en el foso del Hornabeque. Allí, por cierto, también había un par de castillos hinchables donde los niños más pequeños han podido jugar a su antojo, sin otra preocupación que pasárselo lo mejor posible.
Este domingo se acaban los actos que la Ciudad Autónoma ha programado para esta semana tan especial, y que han incluido también conferencias donde se ha podido conocer un poco más sobre esta cultura milenaria, como recuerda la consejera de Educación, Cultura, Festejos e Igualdad, Elena Fernández Treviño.
En un momento en el que la crisis económica derivada de la pandemia sigue azotando a la ciudad, conviene que nos paremos a valorar otros aspectos de ella que pueden ser atractivos para ciudadanos de otros lugares, para quien la fraternidad que se observa en Melilla puede ser un ejemplo al que bien agarrarse.
La ciudad autónoma debe mostrarse orgullosa de esta ejemplar convivencia entre diferentes credos. La mezcla y la camaradería, la fraternidad que se observa aquí no es un hecho baladí; es un ejemplo para el resto del mundo. Viene a significar que todos juntos y unidos somos más fuertes y que, por supuesto, es mucho más lo que nos une que lo que nos separa y, si hay diferencias, no conviene detenerse demasiado tiempo en resolver minucias.
Al final, todos somos hombres, todos sangramos si nos pinchan, todos tenemos, básicamente, las mismas necesidades y los mismos problemas: parece lógico pensar que, si estamos unidos, todo será mucho más sencillo.
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