Opinión

Melilla protesta, pero solo en los bares y en las redes sociales

Miles de personas han salido este domingo a las calles de Madrid a protestar por el estado de la sanidad pública en la capital de España. Los sanitarios han estallado contra Isabel Díaz Ayuso por querer instalar la telemedicina pese al analfabetismo digital; por mantener en los hospitales públicos profesionales mal pagados y con contratos precarios y por la falta de médicos, sobre todo, en Atención Primaria.

Las protestas se han extendido a Cantabria, Aragón, Navarra y Castilla-La Mancha y esta semana se reunirán los representantes del Sindicato Médico de Andalucía y Cataluña para estudiar si se suman a la gran protesta en defensa de la sanidad pública en nuestro país.

En todas esas comunidades, médicos y usuarios del sistema nacional de salud se levantan contra la precariedad y los recortes que padecemos en Melilla sin que nadie hable aquí de secundar las manifestaciones.

Nuestro caso es sangrante porque junto con Ceuta no tenemos transferidas las competencias sanitarias y dependemos directamente del Ministerio de Sanidad. Aquí no se ha hablado de atender a los pacientes a través de una vídeoconferencias. Nosotros somos más precarios. En tiempos de pandemia, las consultas se hacían en los centros de salud por teléfono.

En Melilla tenemos la mala costumbre de quejarnos en el bar y en las redes sociales, pero nuestras protestas no pasan de la barra y de los grupos de Facebook. Nada nos saca a la calle: ni la masacre de Barrio Chino; ni la persecución a los barcos españoles por parte de la Marina Real marroquí; ni las colas de la frontera; ni la falta de profesores durante todo un trimestre en la FP; ni las promesas incumplidas por los políticos ni el cierre masivo de comercios... Nada nos molesta demasiado como para salir a dar la cara con una pancarta en la mano.

Somos muchos los que llevamos más de cuatro meses a la espera de una cita con el especialista y seguimos esperando con paciencia y estoicismo. Desgraciadamente los derechos no se recuperan sentados frente a una taza de té o frente al ordenador o el móvil: casi siempre hay que dar un paso más.

Hace poco murió una melillense porque no tenemos en la ciudad el especialista que debía tratarla de urgencia. Quien crea que estamos ante un caso aislado, se equivoca. Esto puede pasar en cualquier momento y le puede pasar a cualquiera. Ningún político asumió la responsabilidad de esa muerte. Todo el mundo lamentó lo ocurrido y dimos por hecho que quien elige venir a Melilla sabe a lo que se enfrenta. Y eso no puede ni debe ser así. Si somos España y somos Europa: no podemos tener servicios públicos tercermundistas.

No podemos resignarnos. Ya estamos aquí, pero no estamos obligados a tragar con todo. Si te quejas, te cierras las puertas. Pero si no te quejas nadie te asegura que esas puertas se abrirán para ti.

No podemos aspirar eternamente a mantener la boca cerrada para evitar unas supuestas represalias que a juzgar por el miedo colectivo son aún peores que soportar servicios públicos deficitarios. No podemos aspirar a que nos hagan un favor. Debemos aspirar a que respeten nuestros derechos.

La sanidad pública de Melilla necesita más medios humanos y materiales. Los profesionales de los centros de salud están desbordados y los usuarios vemos que pasan los años y las cosas no mejoran. Todo lo contrario: van a peor.

Nos dicen que el Hospital Universitario abrirá próximamente, pero no hay fecha para la inauguración. En junio dijeron que estará funcionando en 2023, pero aún no sabemos día y hora.

Nos dicen que el nuevo hospital tendrá una cámara hiperbárica multiplaza que costará más de 400.000 euros; que contará con diagnóstico avanzado de imagen y una sala de hemodinámica para intervencionismo coronario, vascular neurológico y radiológico. Tendrá de todo, pero no sabemos cuándo.

Y mientras España se levanta contra el abandono a la sanidad pública, en Melilla protestamos en los corrillos, en los bares y en Tik Tok, pero nadie sale a la calle. Debe ser porque colectivamente creemos que no estamos tan mal. Tranquilos, siempre se puede estar peor.

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