En cuestión de tres meses el menú diario de un bar del centro de Melilla ha pasado de 10 a 12 euros y la subida se nota porque de golpe y porrazo nos ponemos a la altura de lo que se paga en Madrid. Esto que nos cobran aquí es más caro que lo que nos piden por un primer y segundo plato, bebida y postre en Málaga (9 y 10 euros) o en Murcia (11 euros).
Como consecuencia, donde antes no había sitio para comer, ahora sobran las mesas para sentarse a degustar comida casera de la buena.
En una conocida cafetería de El Real, el precio de los churros subió la semana pasada 40 céntimos y los madrileños, otros 30. Pero no se le puede reprochar nada al establecimiento porque todos sabemos que el aceite de girasol se cotiza como si fuera de oliva. Y los churros son un capricho, no una necesidad.
Pese a que el alcohol no tiene IVA en Melilla, aquí pagamos ocho euros por copa, frente a los cinco-siete euros que se abonan en sitios interesantes de la península. Vivimos en una especie de Mónaco con sueldos de Santo Domingo. Estos precios se los pueden permitir los funcionarios que vienen y van, pero la gente de esta ciudad va asfixiada.
La subida de la inflación, que de un año a otro se ha disparado cerca de un 10%, nos castiga a todos. A los hosteleros, que no sé cómo se las arreglan para seguir abiertos, y por supuesto, a los consumidores, que pagamos más por lo mismo.
Hoy todos somos más pobres. Hemos perdido poder adquisitivo a un ritmo trepidante. La gente ha visto la guerra de Ucrania en los telediarios y se ha tomado a pecho eso de que pintan bastos. Automáticamente se ha retraído el consumo.
Como consecuencia, los empresarios que mantienen sus locales abiertos, se lo piensan muchísimo para abrir si hay temporal o si es lunes porque no les merece levantar la persiana para gastar luz y vender un café.
Esa es una de las causas de la ligera bajada del precio de las casas en Melilla. Quien no puede esperar para vender, no tiene otra que bajar el precio. Hay mucha oferta en el mercado. De pronto parece que la gente quiere despojarse de sus propiedades. La confianza de los consumidores ha caído en picado.
Aunque el presidente Pedro Sánchez dijo en La Palma que iba a bajar impuestos, nunca más ha vuelto a tocar el tema. La crisis está haciendo estragos no sólo en España sino en toda Europa, pero en otros países se están tomando medidas en ese sentido. Ahí están Polonia, Irlanda, Rumanía, Suecia, que han reducido la presión fiscal sobre los carburantes... Se han puesto las pilas para proteger a su clase media.
Pero aquí estamos todavía deshojando la margarita. La gasolina está en Melilla a 1,17 euros más o menos, tras el descuento de 20 céntimos que aplica el Gobierno central hasta el 30 de junio, con la colaboración inestimable de los empresarios que adelantan dinero a la Administración sin cobrarle intereses. ¿Y después, qué? Nadie nos asegura que la guerra de Ucrania termine en dos meses. ¿Qué pasa si esto va para largo?
Lo de la luz no tiene nombre. ¿Alguien tiene claro a qué hora poner la lavadora? Me temo que más pronto que tarde también subirá el recibo del agua. Esto se está convirtiendo en una bola de nieve enorme que amenaza con aplastarnos allá donde vayamos.
Lo notan especialmente estos días los musulmanes melillenses que celebran el mes sagrado del Ramadán. Romper el ayuno con platos algo más elaborados, pero con la frontera cerrada, sale por un ojo de la cara. Este va a ser un mes de muchos gastos y luego vendrá una nueva cuesta de enero. Llevamos así todo el año.
La crisis por la guerra de Ucrania también ha resentido los datos del paro en Melilla. No corren buenos tiempos para el empleo y sólo el mes pasado 15 autónomos perdieron su trabajo.
Son tiempos difíciles, pero es importante que la gente entienda que esto tiene efecto dominó. Si no consumimos, cierran las tiendas, los bares, los cines, las librerías. Hay familias que no pueden permitirse este sermón, pero también hay mucha gente aquí con sueldos estables que debería pensar en hacer ciudad. Señores, salgan a comer y a cenar, disfruten de la vida, que esto son dos días. Háganlo por ustedes. Melilla se lo agradecerá.
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