El presidente de Melilla, Eduardo de Castro, defiende las gestiones que ha hecho para reclamar al Gobierno central la reapertura de la aduana comercial de Beni Enzar. Según explica, ha transmitido a los ministros de Interior, Fernando Grande-Marlaska, y de Exteriores, José Manuel Albares, la necesidad de permitir cuanto antes el tránsito de mercancías entre la ciudad y Marruecos.
También la patronal CEME asegura haber instado tanto a la Delegación del Gobierno como a la Dirección General de Aduanas como a la CEOE a que hagan cuanto esté a su alcance para habilitar los mecanismos legales que permitan la importación y exportación entre Melilla y el país vecino.
Sin embargo, todas las gestiones han sido infructuosas. Hasta el momento no existen previsiones sobre la posible reapertura de la aduana comercial de Melilla en las mismas condiciones de siempre. O sea, los camiones cargados entran en tierra de nadie y son custodiados hacia el puerto de Beni Enzar donde se realiza el despacho aduanero que solía tardar de media entre tres y cuatro días.
No es que se trate de un mecanismo eficiente. Estamos ante la única vía habilitada para que salga mercancía de Melilla hacia Marruecos y viceversa: que puedan entrar en la ciudad productos de importación como el pescado o los áridos que abaratarían notablemente los precios que alcanza hoy en día esa materia prima traída desde la península.
Aunque siempre se ha hablado de una reapertura gradual de los tránsitos fronterizos, lo cierto y verdad es que en estos momentos las relaciones entre España y Marruecos parecen estar en un punto muerto. El país vecino nos envía una única señal de que las aguas están en calma y esa señal es que no ha habido más saltos a la valla desde el viernes negro en el que murieron en Barrio Chino al menos 23 migrantes intentando entrar en España.
Habría que colocar esta efemérides entre los puntos de inflexión en las relaciones bilaterales entre los dos países. Bastó con que Rufián sacara tres balas en el Congreso y culpara a Marruecos de las muertes para que el Consejo Nacional de Derechos Humanos marroquí culpara las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad españoles de no haber auxiliado a los migrantes que terminaron falleciendo tras una avalancha en la valla y en los tornos de entrada por el paso de Barrio Chino.
Las relaciones hispano-marroquí no parecen atravesar su mejor momento y, por eso, cuatro años después del cierre unilateral de la aduana comercial de Melilla sigue sin haber fecha para su reapertura. Marruecos no está por la labor y desde la ciudad no se alzan voces para reclamar una medida que nos ayudaría a paliar la subida desproporcionada de los precios.
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