Este jueves se cumplen treinta años desde la aprobación del Estatuto de Autonomía de Melilla, un hito clave en la historia de la ciudad. Aprobado en 1995, el Estatuto permitió a Melilla dejar de ser un simple municipio para convertirse en una ciudad con un régimen especial dentro del Estado español. Esta conmemoración invita a recordar el largo proceso de negociaciones y debates que hicieron posible su materialización, así como a reflexionar sobre su impacto y los retos actuales.
Las primeras iniciativas para dotar a Melilla de un estatuto propio surgieron en los años 80 del siglo pasado. Jorge Hernández Mollar, entonces parlamentario del Partido Popular (PP) por Melilla, recordó en declaraciones a El Faro que las primeras propuestas en esta dirección se presentaron en el Senado entre 1986 y 1987. Desde el inicio, el proceso enfrentó una fuerte oposición, especialmente del Partido Socialista Obrero Español (PSOE), que en ese momento tenía mayoría absoluta con Felipe González como presidente del Gobierno.
A pesar de la negativa inicial, los representantes del PP y otras fuerzas políticas comenzaron a mantener reuniones con dirigentes socialistas, tanto en Melilla como en Madrid, con el objetivo de buscar un acuerdo. Hernández Mollar destacó que en la capital española se percibía una mayor disposición al diálogo que en la propia ciudad. Estas conversaciones, que contaron con la participación de figuras clave como Mariano Rajoy, comenzaron a perfilar lo que más tarde se convertiría en el Estatuto de Autonomía de Melilla.
Uno de los principales puntos de discordia fue la capacidad legislativa de la ciudad. Mientras algunos sectores sociales y políticos de la ciudad aspiraban a que Melilla tuviera un nivel de autonomía similar al de una comunidad autónoma, otros consideraban que esto era inviable. Finalmente, se llegó a una solución intermedia: otorgar a la ciudad un rango superior al de un municipio sin llegar a concederle plena autonomía legislativa.
Implicaciones políticas y estratégicas
Más allá del debate interno, había otro factor clave en la necesidad de aprobar el Estatuto de Autonomía: la situación geopolítica. Según Hernández Mollar, el Gobierno español tenía información de que Marruecos veía con gran recelo cualquier movimiento que acercara a Ceuta y Melilla a un estatus similar al de una comunidad autónoma. Este hecho influyó en la configuración final del Estatuto, que buscó fortalecer la posición de las ciudades autónomas dentro del Estado español sin generar conflictos diplomáticos.
La solución acordada permitió que Melilla mantuviera su condición de municipio, pero con un nivel de autogobierno superior. Se estableció la Asamblea de Melilla como órgano de representación, con diputados en lugar de concejales, y se creó un Consejo de Gobierno. Además, el Estatuto otorgó a la ciudad la capacidad de desarrollar reglamentos sobre las competencias que fuera asumiendo.
Otro avance significativo fue la inclusión de Melilla en organismos nacionales en los que antes no tenía representación, permitiendo que la ciudad participara en el Consejo de Política Fiscal y Financiera junto a las comunidades autónomas.
Impacto del Estatuto
Treinta años después de su aprobación, el Estatuto de Autonomía sigue siendo un pilar fundamental en la organización política y administrativa de Melilla. Ha permitido dotar a la ciudad de mayor autonomía en la gestión de sus competencias, aunque sin alcanzar el nivel de autogobierno de una comunidad autónoma.
Sin embargo, el debate sobre la necesidad de modificar o ampliar el Estatuto sigue vigente. En los últimos años, algunos sectores han propuesto reformas para dotar a Melilla de más competencias, mientras que otros consideran que la situación actual es la más conveniente para garantizar la estabilidad institucional.
Hernández Mollar, en su reciente intervención, expresó su opinión sobre este debate. Afirmó que, dado el contexto político actual en España, con tensiones territoriales en comunidades como Cataluña y el País Vasco, otorgar más capacidad legislativa a Melilla podría ser arriesgado. No obstante, reconoció que siempre hay margen para mejorar la aplicación del Estatuto y adaptarlo a las necesidades de la ciudad.
Aniversario para reflexionar
El trigésimo aniversario del Estatuto de Autonomía de Melilla es una oportunidad para recordar el esfuerzo político que llevó a su aprobación y valorar los avances logrados desde entonces. También invita a un análisis sobre el futuro: ¿debe reformarse el Estatuto para ampliar las competencias de la ciudad o mantenerse en su configuración actual?
Mientras se celebra este hito, Melilla sigue enfrentando desafíos económicos, sociales y políticos que requieren soluciones eficaces dentro del marco de su autonomía. Lo que está claro es que el Estatuto ha sido, y sigue siendo, una herramienta clave para el desarrollo y la identidad de la ciudad.