Cualquier consejero de Fomento de España firmaría por estar en el sitio de Miguel Marín. Con la crisis, las comunidades autónomas de cualquier signo político han destinado lo mínimo al capítulo de inversiones para, de vez en cuando, parchear una que otra carretera y que parezca que se está haciendo algo, cuando la verdad es que los grandes proyectos vendidos al calor del ‘boom’ del ladrillo nunca llegaron a salir de los programas electorales. En cambio, Melilla invertirá este año casi 12 millones de euros en obras en los barrios, otros siete millones en la rehabilitación de los fuertes Victoria Grande, Victoria Chica y El Rosario y hay 50.000 euros más (en total un millón) para ayudas al alquiler. En la ciudad la crisis no ha entrado con la crudeza con que ha dejado tiritando a Cataluña, Valencia, Castilla La Mancha o Murcia. Melilla está viviendo la crisis, eso es indudable, pero esta crisis no tiene nada que ver con la que estremeció a la península en 2009 y volvió a magullarla con una fuerza descomunal el año pasado. Aquí, como la moda o los periódicos nacionales del fin de semana, la crisis llega con retraso. Y puede que nada más llegar, se dé la media vuelta y se vaya, si es verdad lo que dijo ayer el presidente Rajoy, que a finales de este año, los famosos brotes verdes harán, por fin, acto de presencia. Mientras tanto, la Ciudad sigue invirtiendo en obras públicas. ¿Es mucho o es poco? Como San Agustín, si me miro veo lo mal que estoy, pero si me comparo... Los datos más recientes sobre la obra pública licitada por el conjunto de las administraciones públicas en toda España ascendió en 2011 a 13,7 millones de euros, casi la mitad (-47,5%) respecto a un año antes y el menor importe inversor de los últimos 15 años. En Melilla el capítulo de inversiones no sólo se ha mantenido sino que ha crecido ligeramente. Como diría el defenestrado Joan Laporta cuando le hablaban mal del Barça: ¡Que no estamos tan mal, hombre! Eso sí, siempre se puede estar mejor.