El Pleno de Control celebrado en la mañana de este viernes fue un ejemplo de todo lo que no hay que hacer en política y, mucho menos, en una institución tan importante como es la Asamblea de la Ciudad Autónoma, en la que recae el peso de ser una representación de la soberanía de los melillenses para su autogobierno. Ni fueron las formas ni fue el fondo aquello que necesita nuestra ciudad. La Asamblea era más un patio de vecinos que la cámara donde nuestros políticos deben debatir, pactar y consensuar medidas que beneficien a los ciudadanos, no que les abochornen con gruesas acusaciones que tanto daño hacen a la propia clase política.
Fue tal el nivel de las intervenciones que el presidente, Eduardo de Castro, acabó anunciando una querella por injurias contra el popular Miguel Marín. Todos echaron la gasolina y todos prendieron la cerilla mientras la moderadora del debate, la vicepresidenta Dunia Almansouri, se afanaba en tratar de reconducir la situación y abogaba por que Marín retirara sus palabras contra el presidente, al que acusó de haber dado una rueda de prensa "estando borracho". Pidió Almansouri que retirara el improperio pero el portavoz del PP se negó; no obstante, no figurará en el acta de la sesión.
Y ante esta situación cabe preguntarse, ¿realmente los melillenses nos merecemos tal espectáculo? Evidentemente, no. Los ciudadanos lo que queremos son políticos responsables, que aborden asuntos que realmente preocupen en la calle, que busquen soluciones, que dialoguen y consensúen las medidas que se deban adoptar para solucionar los problemas sin mirar si vienen de la izquierda, la derecha o el centro. Es hora ya de poner a Melilla por delante de las siglas pero mucho nos tememos que eso sea predicar en el desierto, máxime cuando apenas si quedan seis meses para las próximas elecciones y una precampaña que presumimos dura y tensa entre los dos grandes rivales políticos de la ciudad: PP y CpM.
El tono que emplearon los intervinientes, a excepción del consejero de Medio Ambiente, Hassan Mohatar, no fue el más adecuado a las circunstancias y al respeto que los melillenses merecemos. Ni se debe interpelar con puyazos para tratar de hacer sangre al contrario, ni tampoco responder con arrogancia sin aportar más que propaganda partidista. Esos plenos deben situarse en una senda mucho más relajada que dé pie al debate sosegado y con argumentos sólidos que todos deseamos.
Por el bien de la ciudad sería muy saludable que tanto unos como otros reflexionen, hagan autocrítica de su actitud y vean con claridad que con esa mochila de la tensión y las acusaciones mutuas no se llega a ningún sitio.
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