La conectividad es hoy en día el aspecto más importante en el mundo de la empresa y la inversión. Cualquier ciudad que no mejore en ese aspecto está condenada al fracaso, porque sin unos buenos transportes y precios razonables, no hay futuro. Eso es evidente y Melilla no es ajena a tal circunstancia, que puede lastrar muy mucho su desarrollo socioeconómico. Tener facilidad para desplazarse de un punto a otro de la geografía nacional o incluso de Europa o el resto de los continentes en un mundo globalizado, es esencial para progresar y de ahí la necesidad de que la ciudad tenga de verdad unas "autopistas" que la conecten con las provincias andaluzas cercanas y, muy especialmente también, con Madrid.
El Gobierno autonómico parece ser consciente de esta realidad y por eso no es sorprendente que busquen la manera de que nuestros transportes den el salto cualitativo y cuantitativo que está pidiendo a gritos porque, de lo contrario, va a resultar muy difícil subirse al tren del desarrollo que se está viendo en otras capitales cercanas como Málaga, cuyo parque tecnológico es la sensación del momento con inversores del tamaño de Google, por poner un ejemplo.
Por eso debe ser prioritario para todos, Gobierno y Estado, que los transportes melillenses sean una referencia para España, en calidad y precio. No habrá industria turística que quiera implantarse en la ciudad si los medios de comunicación no están acordes a las exigencias de los visitantes, que quieren rapidez y el menor coste posible. Por eso no está de más que el equipo de Imbroda pida "mejoras sustanciales" para el contrato marítimo, que ahora mismo no parece beneficiar a la ciudad, sino todo lo contrario. No solo lo dicen los populares, también empresarios expertos como algún que otro colaborador de este Diario como Martínez Lázaro, que realizó un magnífico análisis de la situación en un reciente artículo.
Y si el barco no es una opción sino una obligación para el Estado (o, lo que es lo mismo, el Gobierno de Sánchez), no se puede pasar por alto que una verdadera autopista serían las líneas aéreas que conectan Melilla con Málaga y Madrid. Ambas resultan estratégicas para nuestro futuro económico y las dos deben contar con el apoyo que supondría su declaración como Obligación de Servicio Público, como ocurre en los casos de Almería, Granada y Sevilla. Es una cuestión de competitividad, como recordaba ayer la portavoz del Ejecutivo, Fadela Mohatar, y de colaborar en esa mirada al norte que se quiere llevar a cabo como garantía de progreso económico.
El turismo puede ser una importante fuente de ingresos para grandes sectores melillenses como el comercio y la hostelería, entre otros, porque la llegada de visitantes siempre conlleva un aumento en la cuenta de resultados de los negocios de servicios, que son los únicos que existen en esta ciudad, que carece de cualquier otra industria. Melilla lo tiene prácticamente todo para ser un destino turístico: bella arquitectura, un patrimonio histórico de primera división, playas maravillosas y una fabulosa gastronomía. ¿Qué nos queda? Un transporte acorde con las expectativas que se tienen en cuanto al aumento en el número de turistas.
Por eso sería muy recomendable que nuestros representantes políticos no empiecen con ese "y tú más" tan cansino y que tanto rechazan ya los ciudadanos y se pongan a trabajar de forma conjunta para conseguir objetivos importantes para el futuro de esta tierra, que es de lo que se trata en este caso.
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