El estado del Cementerio de la Purísima Concepción podría mejorarse. De acuerdo que no estamos cerca del Día de los Santos pero, en Melilla, como en cualquier ciudad, la gente se muere a diario y lo que sus familiares encuentran en el seno del camposanto podría dejar mucho que desear. No está bien el cementerio, está -por zonas- abandonado y la impresión no es todo lo amable que podría ser. ¿A quién le apetece dejar a un ser querido en un sitio víctima del abandono?. Y son cuatro faenas perfectamente determinadas que, al punto realizadas, convertirían a este bonito e histórico camposanto en un sitio de paz agradable y medioambiental. Si vas a descansar en paz, que descanses en el marco adecuado.
La primera en la frente. Hay una casa -la del guarda- construída por la Junta de Arbitrios (anterior Ayuntamiento) en 1.913. Va a hacer cien años de su puesta en pie y no sirve para nada porque está herméticamente cerrada desde hace ni se sabe de años. Cualquier familia melillense necesitada de una casa -¿hay alguna familia en esta situación?- no tendría inconveniente alguno en aprovechar esa generosa superficie de la calle del Padre Lerchundi pero, de momento, la casa es presa del olvido y del abandono, hasta que llegue el día que haya que derribarla, muerta de asco.
La entrada a la Purísima Concepción es una mezcla de abatimiento e indignación. Hay tumbas olvidadas de la mano de Dios y de los currantes que deberían adecentarlas. La hierba, cuyo crecimiento es tan espontáneo como imparable, hace acto de presencia por cualquier lado, hasta en las señalizaciones de las diferentes parcelas del cementerio. No sería imposible -digo yo- quitarlas cada mes para mejorar la presenia de los diferentes patios. Hay fabulosos desconchones junto a los pabellones históricos, fundamentalmente los dedicados a los caídos en las Campañas de África que sólo piden una mano de cal.
Pero también hay recintos cuyas inscripciones son difíciles de ver y el acceso casi imposible por la eclosión de una flora asilvestrada impenitente. Los legionarios enterrados en aquella parcela tienen que conformarse con ser orados desde lejos porque las diferentes especies vegetales impiden el acercamiento a las tumbas. Las infraestruturas también podrían ser mejorables: Hay salidas de agua, justo a la entrada, a mano derecha, que parecen haber sido instaladas por don Pedro de Estopiñán. Sus barrotes parecen débiles filamentos que van a menos por acción del líquido elemento.
Y ya entra el factor humano, la gente que se olvida de sus seres queridos, quienes se dejan una inservible regadera junto a la tumba, quienes montar flores artificiales que dan un aspecto ciertamente espantoso pero no por ser artificiales -que las hay muy bonitas- sino por el paso del tiempo. En fin, todo es mejorable y el estado del Cementerio de la Purísima Concepción, también.
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