El Ministerio de Asuntos Exteriores que dirige actualmente en funciones el socialista José Manuel Albares, ha reaccionado por fin y ha terciado en el asunto del mapa marroquí que se apropia de las ciudades españolas de Melilla y Ceuta incluyéndolas en su territorio junto, además, al Sáhara Occidental. No es que el departamento de Albares haya dicho mucho. En realidad se ha limitado a decir que las dos ciudades autónomas norteafricanas son españolas.
Otra cosa muy distinta es que vaya a haber protesta formal ante las autoridades de Marruecos. El Ministerio no se ha mojado nada en ese sentido y ha dejado en el aire cualquier posibilidad de queja diplomática por algo que, además, implica el incumplimiento manifiesto y reiterado del acuerdo de la última Reunión de Alto Nivel celebrada en Rabat los primeros días de febrero pasado.
En aquel entonces, los representantes de los dos países se comprometieron a respetar las esferas de soberanía mutuas y a no plantear hechos consumados sino andar siempre por la senda del diálogo. La intención marroquí de cumplir el pacto concluyó con la propia firma del documento.
Desde entonces hasta ahora varias han sido las afrentas que las dos ciudades han tenido que padecer por parte de Marruecos. Desde calificar a Melilla de “presidio ocupado” a enfrentarse con la Comisión Europea porque su vicepresidente defendió la soberanía española de los territorios, los marroquíes no han tenido nunca la más mínima intención de disimular sus ansias anexionistas.
Los melillenses siempre fuimos escépticos con aquel compromiso. De hecho, las autoridades alauitas se saltan los acuerdos internacionales en función de sus propios intereses internos y en ellos están Melilla y Ceuta como dos joyas de la corona por asaltar. Y por eso no se abre la aduana comercial ni se respeta el régimen de viajeros, porque Marruecos quiere la asfixia económica de melillenses y ceutíes, que sean ellos mismos los que abandonen, los que tiren la toalla y se marchen.
Lo peor de todo, sin embargo, es que elevamos nuestros ojos hacia Madrid y Madrid mira hacia otro lado. Marruecos tiene claros sus objetivos y es coherente con ello. Aquí la máxima responsabilidad hay que exigírsela a los nuestros, a España, a los gobernantes, incapaces hasta ahora de hacer valer que con la soberanía ajena no se juega, que no se va a consentir ese ataque permanente y, fundamentalmente, que Melilla y Ceuta tienen futuro como localidades españolas porque el Gobierno va a poner las medidas económicas necesarias para que fracase cualquier plan malévolo contra la estabilidad de las ciudades.