Dos huelgas de hambre sin relación entre sí están comprometiendo la imagen de Marruecos en uno de los temas que el Gobierno considera más sensible: el respeto a los derechos humanos.
El caso más mediático y que ha merecido un editorial muy crítico del diario estadounidense The New York Times es el de Maati Monyib, un historiador izquierdista y fundador de la organización pro libertad de prensa Freedom Now.
Monyib se declaró en huelga de hambre el 7 de octubre en protesta porque las autoridades le han prohibido ya en dos ocasiones abandonar el país mientras se investigan las irregularidades contables de un centro de estudios que dirigió en el pasado.
El caso de Monyib se suma al de otro preso también en huelga de hambre, Ali Aarrás, un belga-marroquí nacido en Melilla y extraditado por España a Marruecos en 2012, que cumple una condena de doce años por un delito de colaboración con una banda terrorista.
En ayuno desde el pasado 25 de agosto, Aarrás es uno de los casos emblemáticos elegidos por Amnistía Internacional (AI) en el mundo para ilustrar su campaña Stop Tortura.
El Gobierno marroquí solo se ha pronunciado a través de un comunicado de la Dirección General de Prisiones, que el martes afirmó que la huelga de hambre de Aarrás “es solo fingida” y que se trata más bien “de una forma de ejercer presión a la Administración con el objetivo de obtener privilegios ilegales e inducir al error a la opinión pública”.
Aarrás ya se ha declarado en seis ocasiones en huelga de hambre, asegura que es inocente y ha denunciado hasta la saciedad haber sido objeto de torturas, la última de ellas en un vídeo grabado con un teléfono móvil este mismo mes en el que mostraba su cuerpo con moratones y acusaba a varios carceleros de la prisión de Salé con nombre y apellidos.
El vídeo fue posteado por un comité belga promovido por familiares y amigos de Aarrás, que están llevando una activa campaña en apoyo de este presunto islamista, encarcelado en un país donde nunca residió pese a tener la nacionalidad.
Pese a todo, las huelgas de hambre de Monyib y Aarrás no son tan mediáticas ni tienen la misma repercusión internacional que las que en el pasado han tenido la de personalidades como Aminatu Haidar o Ali Lmrabet, que pusieron al régimen marroquí bajo la lupa internacional.