Categorías: Política

Los sirios seguirán acampados hasta conseguir su ‘pase’ a la península

Insisten en que no quieren volver al CETI, donde la sobreocupación del centro y el colectivo argelino hacen la convivencia insostenible. “No volveremos al CETI. De la Plaza de España al barco. Es el camino”, afirma Mohamed.

El colectivo de sirios del CETI que anteayer acamparon en la Plaza de España para solicitar su traslado a la península pasó ayer su primera noche a la intemperie. El portavoz del grupo, que habla castellano, Mohamed dijo a El Faro que no saben hasta cuándo estarán frente a la Delegación del Gobierno, pero lo que sí tienen claro todos es que “de la Plaza de España vamos al barco. Al CETI no vamos a volver”.
La sobreocupación del Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes (CETI) y las peleas y conflictos con la población argelina allí acogida hacen insostenible la convivencia para estas familias, en algunos casos, con hijos que son bebés. Prefieren dormir en la Plaza de España, en las diversas tiendas de campaña que han instalado para dormir. No le temen al frío, puesto que están ataviados con numerosas mantas.
Mohamed explicó a este diario que patrullas de la Policía Nacional y Local se acercaron a lo largo de la noche y les insistieron que, al menos los niños, fueran llevados al CETI para dormir. Pero este ciudadano sirio, padre de familia, asegura que los menores están “mejor aquí con nosotros”, puesto que la situación en el centro con el colectivo argelino es “más peligroso”. “Cualquier padre entenderá que no dejemos a nuestros hijos dormir solos en el CETI”, abundó Mohamed.
Tampoco tienen más noticias de la Delegación del Gobierno a la que piden su traslado a la península. El portavoz insiste en que sus compatriotas quieren pedir el asilo político, pero no en Melilla. En la ciudad están “atrapados” y, de iniciar el trámite, podrían pasar entre uno y dos años hasta que fueran trasladados a la península. “Yo quiero pedir asilo en Málaga o en Madrid, pero en Melilla no. Pediré el asilo en la España original”, reitera Mohamed y añade que, cuando llegaron a la ciudad, pensaron en comprar un billete de barco, pero les dijeron que no podían viajar a la península “porque hemos cruzado la frontera”. Mohamed no entiende por qué Melilla tiene ‘dos fronteras’, la que separa la ciudad autónoma de Marruecos y la barrera marítima. De ahí, que estos inmigrantes consideren que viajar a la península sea ir a la “España original”. “Si Melilla es una ciudad española como Barcelona o Madrid, ¿por qué no podemos viajar allí y pedir el asilo?”, se pregunta.
Insiste en que no volverán al CETI y está bien informado. “El CETI tiene 480 plazas, pero hay mucha más gente. Hay más de 1.000 personas. Entre 500 y 600 ‘morenos’, unos 300 argelinos y nosotros que somos más de 200”, explica Mohamed.

Un pasaporte de 4.000 euros
Al igual que Mohamed, los inmigrantes sirios acogidos en el CETI cruzaron la frontera con un pasaporte marroquí falso. Para obtener estos documentos falsificados pagaron a “la mafia marroquí” entre 3.000 y 6.000 euros, depende del número de miembros de la unidad familiar. Mohamed explica a El Faro que pagó 4.000 euros para conseguir los pasaportes falsos para él y su familia.
Primero cruzaron la frontera su mujer y sus dos hijas y al cabo de tres o cuatro días lo hizo él. “Primero pasa mi familia y yo el último”, indicó. En el campamento también está su hermano con su familia.
En Siria ya no les queda nada. No hay motivo para volver. Su familia está repartida por la geografía europea. Uno de sus hermanos vive en Madrid y otro de ellos en Roma con su esposa. Su madre y su hermano menor huyeron al Líbano, mientras que otro hermano vive en la capital marroquí, Rabat.
Mohamed explica que sus compatriotas con los que comparte ahora la Plaza de España tienen, por su parte, familiares en Italia o Alemania. Ese es su destino: Reunirse con sus familiares. Para conseguir este objetivo tienen que ser trasladados a la península.

La guerra y la huida
Mohamed recuerda que hace dos años su país natal era “tranquilo”. Tenía su casa con jardín y ahora de su hogar no queda nada. “Todo es tierra ahora y muchos militares”, lamenta.
En Siria trabajaba como comercial y en los últimos años viajó varias veces a España para trabajar. Entonces no había estallado la guerra civil y se podía viajar “sin problemas”. El primer viaje lo hizo en 2005 y trabajó durante algo más de un año en Madrid. Después volvió a su casa y en 2007 fue a Valencia para trabajar un año y medio.
“Antes mi país era muy tranquilo. No había guerra ni nada, podías viajar sin problema, pero desde la guerra... nada”, recuerda emocionado, “ahora en mi país ha cambiado todo. Hay muchos militares y muerte”.

Dos turistas, entre los refugiados sirios

El colectivo sirio que desde anteayer vive acampado en la Plaza de España recibió ayer una curiosa visita. Una pareja de turistas, procedentes de Reino Unido, preguntaron a El Faro quiénes eran las personas que estaban acampadas en la plaza con sus tiendas de campaña. Se mostraron interesados en conocer los motivos de la acampada y, en especial, preguntaron por el nivel de tolerancia de los melillenses con la protesta de los ciudadanos sirios y la inmigración en general.
Se sintieron sorprendidos por la cantidad de personas que había en la plaza y estuvieron mucho tiempo visitando las tiendas de campaña y viendo a los ciudadanos sirios dormir, comer, lavar y tender sus ropas en las palmeras de la plaza. Los niños correteaban por el lugar y se mostraron preocupados por la situación de los menores durmiendo a la intemperie. La pareja se sorprendió al saber que estos menores no van al colegio.
Preguntaron también por qué no pueden viajar a la península y los motivos por los que el Gobierno no les permite o les trasladan a la península. En todo momento se refirieron a los ciudadanos sirios como refugiados y nunca como inmigrantes, y mucho menos, ilegales. El asilo, afirmaron, es algo que se les debería conceder pronto, dada la situación del país actualmente.
La existencia de un Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes también les sorprendió, pues nunca habían conocido nada similar e insistieron en que, al menos los niños deberían dormir bajo un techo y protegidos del frío. Pero finalmente entendieron que el motivo es la mala convivencia con otros ciudadanos argelinos, también acogidos en el CETI.

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