La evolución del paro en Melilla, desde el mes de julio de 2023, ha sido negativa, y muy al contrario de lo que cabría esperar, por las expectativas tras un cambio de Gobierno, vemos que desgraciadamente no ha sido así, habiendo superado ya la cifra de 8.700 parados, dentro de un contexto, que nos puede llevar a cifras más elevadas incluso.
Pero yo apuntaría que son más desempleados de los que aparecen en las estadísticas, porque, por ejemplo, en esos datos no se incluyen a quienes ya ni buscan empleo a causa de su desánimo por la larga duración de esa circunstancia, donde la mujer es la más perjudicada.
Tengo que decir que se están proponiendo nuevos modelos para medir de forma diferente el paro; no sólo por la tasa de paro, sino también por lo que supone la pérdida de ingresos y la perdida de bienestar en esas personas. En Melilla, tenemos una enorme brecha entre las diferentes rentas, que nos divide y nos define. Existe un problema social, existe una gran desigualdad y no deberíamos tomarlo como algo aplazable.
Nuestra economía languidece y después de la pandemia, no se han encontrado alternativas ni espacios para su recuperación. Donde no existe mercado, ilusión ni seguridad, es muy difícil que aparezcan la inversión y la riqueza; y eso hay que revertirlo.
Porque es insostenible una ciudad completamente subsidiada, tutelada y dependiente de las instituciones públicas. Se ha perdido la iniciativa; y el emprendimiento es, además de complejo, poco menos que una aventura de máximo riesgo.
Las pymes y los autónomos tienen ante sí un horizonte lleno de dudas, a la espera de políticas económicas y un marco normativo que les ayude; porque hasta ahora, todo ha quedado en promesas y reformas que no llegan.
O Madrid y el Gobierno local afrontan con decisión esta legislatura generando realidades, o desgraciadamente volveremos a los datos de 2019 y anteriores, con 10 e incluso 13.000 parados. Y todos sabemos lo que eso puede suponer en una ciudad de 12 kilómetros cuadrados como la nuestra.