El consejero de Fomento, Juventud y Deportes, estos días también presidente accidental de Melilla, Miguel Marín, hizo ayer números ante la prensa sobre la Semana Náutica.
Según sus cuentas, cada regatista que llega a nuestra ciudad en alguna de la veintena de embarcaciones que participa en esta prueba deportiva gasta unos 146 euros diarios. En total, siempre según sus números, en los siete días que dura el evento, el consumo de estos visitantes en bienes y servicios ascenderá a 500.000 euros, una cifra muy superior a los 161.000 euros de las arcas de Melilla presupuestados para subvencionar esta actividad. Si tenemos en cuenta el dinero público que pone la Ciudad y el dinero privado que traen los regatistas, las cuentas salen. Arrojan un ‘superávit’ de unos 340.000 euros.
Sin embargo, más importante que el dinero que traen es lo que se llevan los participantes en la Semana Náutica. Cuando zarpen de Melilla, partirán con una imagen de nuestra ciudad muy distinta de la que se ofrece habitualmente en los medios de comunicación nacional. Habrán tenido ocasión de conocer que Melilla es bastante más que las vallas, los inmigrantes, la concertina, los yihadistas o los altercados con los que periódicamente protagonizamos la crónica de sucesos en los telediarios.
Nuestra ciudad está necesitada de inversión en imagen. Hace falta proyectar al resto del país la otra cara de Melilla, tan real como la más conocida por el resto de los españoles, pero mucho más importante porque representa la esencia misma de nuestra ciudad. Melilla es hospitalidad, monumentos, historia, gastronomía, multiculturalidad, respeto... es muchas cosas que no sabemos ‘vender’, para más inri en una ciudad que tiene el comercio como uno de sus principales pilares económicos.
Inversiones del estilo de la Semana Náutica son necesarias. Sólo las cuestionan quienes desean permanecer apartados del mundo y vivir en una ciudad aislada. El resto de ciudadanos podemos discutir sobre si esta prueba deportiva es el mejor método para ‘vender’ la imagen de nuestra ciudad y defender la mayor eficacia de otras opciones diferentes. Sin embargo, cualquiera que salga de la ciudad y escuche lo que la mayoría de los españoles conoce de Melilla, sobre todo a raíz de los últimos acontecimientos relacionados con la inmigración y el yihadismo, sabe que ahora es más necesario que nunca invertir en mejorar la imagen de nuestra ciudad para que sea conocida por lo que realmente es: Un ejemplo de concordia, un lugar con historia, un pueblo que busca una senda por la que encarrilar su futuro económico.
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