Categorías: Cultura y Tradiciones

“Lo que al principio nos atrae del otro se convierte en lo que más nos jode al final”

Antonio Molero protagoniza con Maribel Verdú ‘El tipo de al lado’, una comedia sobre dos enamorados que no tienen nada en común, excepto que se sienten solos en el mundo.

El actor Antonio Molero es muy conocido por el público por sus personajes en series tan famosas, como ‘Médico de familia’ o ‘Los Serrano’. Este fin de semana visita la ciudad de la mano de la obra teatral ‘El tipo de al lado’. Maribel Verdú es su compañera de escenario. Entre los dos narrarán la historia de dos personas que se enamoran en un cementerio, o eso creen ellos, y que no tienen nada más en común que la soledad. Molero aseguró a El Faro que esta comedia divertirá a los melillenses por su ritmo y por la forma que tiene de contar lo que ocurre en esta pareja. Destacó que nunca ha estado en Melilla, pero que tiene muchas ganas de visitar la ciudad, ya que en una ocasión estuvo a punto de asistir al Festival de Cine de la ciudad. –¿Cómo llega a sus manos el guión de ‘El tipo de al lado’? –Me cuentan esto Maribel Verdú y Pedro Larrañaga un poco después de terminar la gira de ‘Un dios salvaje’. Fueron a ver ‘El tipo de al lado’ a París. Me dijeron que veían clarísimo que el personaje masculino era yo y que el femenino era Maribel. Lo que pasa es que a ella le daba miedo al principio este proyecto porque nunca había hecho una función de dos personajes. Hubo que convencer un poco a Maribel, pero al final, estuvimos encantados. El proyecto empezó a surgir con mayor fuerza  pues queríamos seguir trabajando juntos. Habíamos tenido una experiencia buenísima con la obra de ‘Un dios salvaje’. Luego entró en el proyecto José María Pou. Fue la guinda que pusimos en el pastel. –¿Es duro trabajar con un director como José María Pou? –Esta pregunta siempre nos la suelen hacer los periodistas. Debe de ser porque tiene una fama de duro tremenda (risas). –Creo que es por la imagen de tipo serio. Además de que físicamente impresiona. –Sí, la verdad es que sí. Además, tengo que reconocer que yo pensaba lo mismo antes de conocerle. Pero luego te das cuenta de que es un cachondo mental. Nosotros estuvimos muy a gusto en los ensayos. José María es muy cariñoso y tiene mucho sentido del humor. Hemos hecho muy buenas migas con él y sabemos que está muy pendiente de todas las críticas que salen allí por donde vamos. Nos mandamos bastantes WhatApp y estamos en contacto. Hace poco que vino a ver la función después de un montó de meses sin verla y teníamos algo de miedo. Al final las funciones se deterioran con el tiempo si no las ve el director, pero no le encantó y le pareció estupendo cómo lo hacemos.  –¿Cuándo se prepara una comedia como ésta se ríen también en los ensayo? –Nos reíamos aunque teníamos en mente que la función era menos divertida, de menos carcajada. Creíamos que íbamos a hacer una cosa divertida y al mismo tiempo también dura. La obra al final tiene un pellizquito de dureza y de amargor, como un bombón de licor. Pero pensábamos que iba a ir más por ahí. Sin embargo, en el momento en el que empezamos a ponerla en pie con el público, éste empezó a reirse. Fue el público el que decidió que la función es divertidísima. A veces piensas vamos a ver que yo quiero contaros una historia y la gente no se entera de la obra de lo que se está riendo. Eso nos pasa muchas veces. La función tiene un ritmo implícito tremendo como si fuera una maquinaria que empieza y no para. Y de repente, si falta o sobra una sílaba, se queda coja. Tenemos que meterle mucha caña con el ritmo porque somos solo dos y no tenemos escenografía que se mueva ni muebles que entren y salgan. Somos los dos con lo que hay puesto. Entonces el ritmo es muy importante en esta obra. Y claro cada vez que la gente interrumpe con risas o con aplausos hay que volver a darle otra vez a la manivela y coger de nuevo el ritmo. –¿Su personaje se presenta desde un principio al público o es de los que evoluciona a lo largo de la obra? –Lo primero que ve la gente son dos personajes completamente antagonistas y muy estereotipados. Es una chica muy muy muy de ciudad y un tipo muy muy muy de campo. Esto es lo primero que la gente comprueba por las primeras frases. Pero luego y afortunadamente, la dirección ha querido mostrar a dos personas maduras. Porque esto podrá haber sido la historia de amor entre el paleto y la cursi, más o menos con el mismo texto. Sin embargo, él ha construido a dos personajes muy maduros, que tienen muchas dudas que están continuamente decantandose entre la razón y la pasión, que es, un poco, la historia que mueve a todos los personajes tanto del cine como del teatro. Es decir, si me dejo llevar por la pasión o pienso un poco las cosas antes de hacerlas. Esto es un poco lo que da madurez a la función. Además, estamos hablando de la soledad que tienen estos dos. Estos dos se conocen en un cementerio porque se han quedado solos y van a velar la tumba, en el caso de ella de su marido, y en el caso de él, de su madre. Eran las compañías que tenían ellos y están ahora más solos que la una... Ahí surge un poco la historia y se emparejan contra todo pronóstico. Son de unos mundos completamente opuestos y en principio, están fascinados y con mucha curiosidad por el otro. Pero llega un momento en que ya se han conocido, han hecho el amor y este primer fogonazo ya ha pasado. Y ahora, ¿qué pasa? ¿Qué pasa después del primer fogonazo? ¿Quién se lleva al otro a su terreno? Ella se lleva a él a la ciudad o es él quien se la lleva al campo. Empiezan en este punto los conflictos que surgen en la vida real. –¿Es la temática de la obra o el hablar con el público lo que hace que tenga tanto éxito? –A la gente le hace mucha gracia el contrate de los dos mundos, de entrada. Y también funciona muy bien que tenemos varios planos de comunicación. Nuestro pensamiento lo hablamos en voz alta, y eso lo oye el público. Como también lo que le contamos al difunto que tenemos en la tumba. Y están nuestras descripciones de las cosas. Como no tenemos otra posibilidad, lo que hacemos es como el narrador del libro que describe el bosque o la habitación. También está el diálogo. Hay como varios planos de conversaciones que le da mucha dinámica a la función y eso también hace gracia. –Las giras dan para muchas anécdotas. ¿Nos destaca alguna? –Nos pasó en Santander. Una señora se quedó a esperarnos a la salida. Estaba emocionadísima porque decía que habíamos contado la historia de su vida. Pero tal cual. Empezó a contarnos cómo había sido la historia de amor que había tenido con su marido, aunque en esos momentos estaba viuda. Empezó a contar paso por paso como fue. Se te ponía la piel de gallina, pues prácticamente esta obra era la historia de su vida. Ella era una chica de ciudad que se había ido a vivir con su marido al campo. Afirmó que le costó mucho adaptarse al principio y pero que consiguió ser feliz al final. La mujer estaba absolutamente emocionada. Estas cosas pasan en la vida real. –¿El público se lleva un mensaje de esta obra de teatro? –Es una función muy de ver en pareja. Es para que este vayas con tu chico o con tu marido, pues se habla mucho de las cosas que, uno cuando se empareja, tiene que sacrificar. Esas cosas que uno hace de soltero o soltera y que tiene que sacrificar a la hora de formar una pareja o una familia. Y de cómo lo que al principio nos atrae del otro se convierte en lo que más nos jode al final. Es decir, al principio vemos cosas que nos encantan del otro y al final no lo soportamos. Y queremos que la otra parte de la pareja sea igual que nosotros. Queremos que ame como nosotros, que odie como nosotros que ordene la ropa como nosotros. De esto sí se habla en la función y las parejas luego hablan en el bar o en casa sobre este tema. Es un poco el mensaje que puede haber. Es un pequeño texto de cómo se comporta el ser humano en pareja. –Tener las dos versiones de la misma historia llama la atención. A todos nos ha pasado que una pareja de amigos se ha separado y no sabes qué hacer. –Incluso cuando rompen en esta función, aunque luego el final es abierto, los dos están hablando en voz alta de cómo ha sido. Cada uno tiene una versión y el público se decanta. Es verdad que cuando rompen algunos amigos tuyos lo mejor es escuchar las dos versiones porque sino acabas odiando a uno por necesidad. Uno de ellos siempre sale perdiendo. –Gracias a los personajes que ha interpretado para la televisión se ha hecho muy popular. ¿Esto se nota cuando se está tomando una cerveza o va a la compra? –La gente se acerca claro. Esto no es una condena, pero soy muy tímido y no me gusta nada ser el centro de atención. Cuando estoy en el escenario yo hago mi trabajo y es normal que la gente me mire, pero una vez que entro en las cosas de mi vida me gusta vivirlas en privado. No hago vida de celebrity. Me gusta ir de incógnito. Lo llevaba bastante mal, ya lo tengo más superado. Reconozco que al principio no lo encajé nada bien, pero ahora ya sé lo que quiere el público cuando se te acerca y cómo reaccionar. Esto también se aprende. –Los proyectos que tiene pendientes son... –Me gustaría seguir haciendo teatro y además cerca de esta productora de Pedro Larrañaga, pues tenemos varios en el tintero. Estamos ya leyendo cosas para ver qué podemos hacer después de ‘El tipo de al lado’. En cuanto a la tele y el cine está la cosa más complicada para elegir. Puedo asegurar que si sale algo que no me gusta no lo voy a hacer. Pero si sale un proyecto que merezca la pena y el esfuerzo que hay que hacer, sí. Porque para la tele hay que estar muy en forma y con mucha motivación. Es muy dura. Las series de larga duración, como fueron ‘Médico de familia’ o ‘Los serrano’. Va a suponer cuatro o seis años madrugando cada día y haciendo un montón de horas y echándole un montón de energía, dejando de lado un poco a tu familia. Pero si aparece algo muy interesante sí que lo haré, pero en principio estoy muy bien como estoy. –¿Es seguidor de las series españolas? –La verdad es que no. Te digo un secreto: No soy seguidor de series. De vez en cuando me compro algún pack y veo alguna temporada de series. Pero lo que sí que hago es ver los dos o tres primeros capítulos de las series españolas cuando arrancan, porque hay muchos amigos y muchos compañeros. Me gusta saber cómo van y conocer las audiencias que hacen porque somos como una gran familia en el fondo y nos gusta que a los demás les vaya bien. Pero engancharme, no lo hago con ninguna. –La crisis pasa de largo en obras como la que protagoniza. –Estamos teniendo la suerte de trabajar en esta época en la que la gente lo está pasando muy mal, tanto los taxistas como los mineros o los productores. Todo el mundo lo está pasando muy mal. Esto es una suerte y no hago nada más que dar las gracias. Pero en la cultura, además, nos han pegado el palo de la subida del IVA. No sabemos si es algo de saña o de manía persecutoria. Como si nosotros fuéramos culpables de algo. Tengo una sensación muy extraña, como de estar perseguido, como si fuera una caza de brujas. Es muy raro. Pero me da la sensación de que no van a poder con nosotros porque el público está de nuestro lado. La gente nos tiene en más consideración que los políticos y vamos a seguir ahí. Y si quieren acabar con nosotros les va a explotar en la cara esta situación. Cuanto más nos presionen, más nos revolvemos. Somos un poco así. –Hay menos recursos y eso despierta la creatividad. Quizás salgan adelante más proyectos gracias a estos motivos. –Claro es que la soberbia es muy mala consejera para cualquier cosa. Con soberbia no puedes combatir la cultura. Hay que ser algo más diplomático en la vida. –¿Qué nos destacaría de ‘El tipo de al lado para animar a los melillenses a ir a ver la obra? –Es una función que lleva un año en cartel. Todo este recorrido ha sido un éxito. Venimos abalados por el éxito pues no paran de contratarnos. El fin de pasado en Alcalá de Henares hicimos un lleno. La gente se lo pasó pipa. Esta obra es un buen momento para olvidarse de los problemas.

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