Salima es una vecina de la calle Valladolid en el barrio del Real que vive una pesadilla desde que el pasado lunes se produjera el terremoto. Y lo de la pesadilla es un decir, porque afirma que desde que aconteció el seísmo no ha podido pegar ojo temiendo por su integridad física.
El Real es un barrio de edificios de pequeña o mediana altura y de construcción relativamente reciente, por lo que los daños no se hacen tan evidentes como en otras zonas de la ciudad. Aún así, y como en todas los vecindarios, hay inmuebles de elevada antigüedad que se han visto especialmente afectados por este movimiento telúrico.
Salima relata la experiencia de miedo y desconsuelo por la que atraviesa, pues permanece sin agua corriente desde el día del terremoto hasta hoy. El mismo lunes se cortó también la luz y sus teléfonos móviles quedaron sin cobertura.
Tanto ella como sus cinco hijos y su marido viven en la planta baja de un edificio antiguo situado en la calle Valladolid. Aunque se observa que la construcción estaba falta de mantenimiento antes del terremoto, múltiples son las muestras del impacto del seísmo en su vivienda y las zonas comunes del bloque.
La afectada está especialmente preocupada por su azotea, en la que descansa una gran torreta que soporta el peso de una serie de aljibes. El riesgo de derrumbe de la misma, fracturada por la mitad, es evidente. Así pues, Salima vive con el temor de un inminente desplome que pueda poner en peligro la integridad de alguno de los ocho niños que viven en la edificación. De hecho, el edificio colindante ha colapsado en su interior, con la suerte de estar deshabitado en ese momento.
Esta joven melillense relata el grado de indefensión que siente, pues en su gestoría arrendataria hicieron caso omiso a sus peticiones de arreglo, así cómo al hablar con las autoridades locales que, según Salima, “tan sólo se preocupan de las rajitas en el centro, el Ayuntamiento o el Casino Militar. Cuando los llamas, se lavan las manos pasándose la responsabilidad de unos a otros. Al final nunca hacen nada”.
Al hilo de este último comentario recogemos el testimonio de Mustafa, propietario de una tienda de móviles en la calle La Legión, que consideraba que la única preocupación de los servicios de seguridad en el barrio ha sido llegar, colocar cuatro vallas y precintar unas cuantas esquinas. “Como si las vallas y precintos evitaran nuevos derrumbes”.