El arbusto mediterráneo
El lentisco (Pistacia lentiscus) es una de las plantas más representativas de la flora mediterránea, adaptándose a todos y cada uno de los distintos hábitats que existen alrededor del mar Mediterráneo. Desde los acantilados a las dunas, y desde el nivel del mar hasta alturas considerables en los montes, demuestra su gran capacidad de adaptación a este clima, y su gran resistencia para tolerar las duras pruebas a que lo somete cada hábitat que ocupa, ya sea el viento marino, la sequía, la insolación, el frío o la excesiva humedad. Suele tener porte arbustivo, pero el grosor y la altura de algunos ejemplares centenarios que habitan dentro de los morabos del Rif podría hacerlos pasar por una vieja encina.
Pistachos y anacardos, almácigos y cornicabras
El lentisco es de la familia de las Anacardáceas, a la que pertenecen dos especies muy conocidas por sus frutos: el pistachero (Pistacia vera), de origen asiático y del que se obtienen los pistachos, y el cayú (Anacardium occidentale), del que se obtienen los anacardos y de origen centro y suramericano. En el entorno del Mediterráneo hay otras dos especies pertenecientes a esta familia, el almácigo (Pistacia atlantica) y la cornicabra (Pistacia terebintus), cuyos frutos son, como los del lentisco, una fuente de alimento muy importante para la fauna, y especialmente para las aves.
Un arbusto para la supervivencia
En el cabo Tres Forcas el lentisco ha sido el soporte de la vida rural hasta hace unas pocas décadas. Tal aseveración está basada en muchas razones, de las que podemos enumerar algunas: la energía que se usaba en los hogares tanto para calentarse como para cocinar era la leña previamente recolectada de lentisco; además, es el principal alimento del ganado ovino y caprino de la zona; es prácticamente la única madera de la que disponen los lugareños para diversos usos; con sus ramas cortadas entrelazadas se hacen las vallas que protegen los cultivos de los fuertes vientos marinos del cabo; sus raíces sujetan los límites de los bancales y evitan la pérdida de suelo fértil; también evitan los deslizamientos de tierra y rocas que se producen en las laderas deforestadas, debido a lo agreste del paisaje del cabo y sus acusadas pendientes; del aceite de sus bayas se extrae el tinte para decorar la cerámica que se fabrica allí…
Paisaje de “piel de leopardo”
En las zonas del cabo más castigadas tanto por el pastoreo y la recolección de leña como por los fuertes vientos, el paisaje adquiere un aspecto que se conoce como “de piel de leopardo”. En estos lugares, que desgraciadamente cada vez son más extensos, la única especie forestal que sobrevive es el lentisco, formando grandes manchas verdes redondeadas bastante separadas entre sí, y dispuestas sobre un terreno casi totalmente desnudo de vegetación, recordando a las manchas oscuras sobre fondo claro de la piel del leopardo. Es indudable la belleza de estos paisajes, muy característicos de Tres Forcas, aunque representen una etapa de degradación del monte mediterráneo original debida a la acción humana.
Goma de mascar
El lentisco tiene numerosos usos medicinales, siendo muy común su venta en los zocos de la zona e incluso en los mercados de Melilla. Se usa para curar el hinchazón de las encías, como antidiarreico y para abrir el apetito. Para ello se puede dejar una ramilla con hojas en agua y después bebérsela o simplemente masticar algunas hojas de la planta. Además de producir esos efectos, el lentisco deja un aliento fresco y perfumado.
Su savia es usada por los habitantes de las zonas rurales del Rif como goma de mascar; de hecho, su textura es muy similar. En otras partes de Marruecos utilizan la savia de su pariente el almácigo, con iguales características. La costumbre de masticar la savia de lentiscos y almácigos por parte de los pueblos del Atlas, ligada a sus propiedades medicinales, se pierde en la noche de los tiempos. Se sabe que ya en la época clásica los griegos también masticaban la savia de los lentiscos, de lo que se puede deducir que los pueblos mediterráneos que conviven con esta especie conocen sus propiedades desde hace milenios. Por tanto, podemos decir que masticar “chicle” era ya algo habitual hace milenios, pues aunque el moderno uso del chicle surgió de los primeros colonos americanos al observar cómo los nativos americanos masticaban resina de la savia de los abetos, han sido muchos los pueblos antiguos que tenían por costumbre masticar la resina de distintas especies de árboles, según el lugar donde habitaban.
Lentisco en las floristerías
En Melilla, además, se usaban grandes cantidades de lentisco recolectado en la zona del cabo Tres Forcas para ornamentación floral, como ramos y coronas, aprovechando el buen olor que desprenden sus hojas, parecido al del eucalipto. Todos los días cruzaban la frontera sacos repletos de esta planta, para un uso bastante estéril, pues terminaban en el basurero después de haber servido de simple adorno. Este parece ser el destino de las ramas de lentisco que hoy en día se recolectan de forma descontrolada y masiva en la zona del Levante español por parte de cuadrillas de trabajadores irregulares, que aprovechan las lagunas de la legislación ambiental al respecto. La ley debería proteger expresamente estos hábitats vitales para el ecosistema de la zona, y con más razón en la franja mediterránea, especialmente vulnerable a los efectos del cambio climático y a la pérdida de biodiversidad.