El ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, confesó el pasado jueves a un grupo de periodistas durante los actos con motivo del 40 aniversario de la Constitución, que el Gobierno tiene decidido retirar las concertinas de las vallas que separan Melilla y Ceuta de Marruecos durante el primer trimestre del año que viene. Además, el responsable de la seguridad nacional informó de que como alternativas se plantea elevar la altura de las alambradas en zonas concretas del perímetro y aumentar la vigilancia mediante la instalación de cámaras térmicas con unas prestaciones superiores a las que hay actualmente.
Desde la llegada al Gobierno de Pedro Sánchez, la retirada de las cuchillas se ha convertido en un leitmotiv que cada cierto tiempo nos regala el ministro del Interior. Las pusieron ellos, los socialistas durante el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, y ahora desojan la margarita sobre que hacer al respecto. El tiempo dictará cual es la decisión final.
Lo que si parece claro es que las medidas sustitutorias no van a ser suficientes para evitar los saltos a la valla que periódicamente sufrimos en Melilla y Ceuta. Ayer, el SUP advertía sobre el verdadero origen del problema: las mafias que se aprovechan de los inmigrantes.
El sindicato ponía el dedo en la llaga y señalaba que mientras no se acabe con estas organizaciones criminales y se aumente el número de efectivos para vigilar el perímetro el resto de iniciativas son un brindis al Sol con muy pocas posibilidades de ser efectivas.
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