Melilla tiene muchas asignaturas pendientes y algunas de ellas de gran calado, como es terminar de articular su nuevo sistema productivo, que éste funcione adecuadamente para dar futuro sostenible a la ciudad y que los jóvenes tengan oportunidades de desarrollar aquí su proyecto de vida. Pero hay otras que, sin ser tan esenciales, también requieren de toda la atención de los poderes públicos: la seguridad vial, acabar con esta violencia que se ejerce al volante y que ha llevado, por ejemplo, a que en un solo mes se detectaran 1.500 casos de conductores que se saltaban el semáforo en rojo.
Durante esta semana, por ejemplo, la Dirección General de Tráfico (DGT) desarrollará su campaña de control exhaustivo de la velocidad en Melilla. Lo hará, lógicamente, con la colaboración de la Policía Local, que es la competente en esta materia. Será interesante conocer cuáles van a ser las conclusiones de este dispositivo especial porque no sería la primera vez que se pillara a algún coche a más de cien kilómetros por hora en vías por las que solo se puede circular a cuarenta.
Es muy común y así lo comentan muchos peatones, tener cierto temor a la hora de atravesar el paso de peatones. El vehículo se acerca a velocidades que hacen dudar a la persona de seguir o no su camino por el miedo al atropello; y en muchas ocasiones, quizás demasiadas, queda parado a apenas un metro del ciudadano en cuestión. Eso es violencia vial.
El problema es que el régimen de sanciones no se ve suficientemente efectivo para conseguir que esas conductas al volante se erradiquen de una vez. Es necesario aumentarlas, hacerlas efectivas sí o sí y endurecer las penas a quienes cometan infracciones tan graves en cuestión de velocidad, sobre todo a aquellos que resulten reincidentes. Las medidas que se adoptan, al menos por ahora, no están resultando suficientemente eficaces para detener esta tendencia por mucho que se esfuerce la Consejería de Seguridad Ciudadana en invertir en drones o tecnología que detecte este tipo de problema.
Junto con un fuerte régimen de sanciones, económicas y penales, acabar con esta violencia vial que se vive en Melilla tiene que venir de la mano también de campañas de concienciación. Es imprescindible que los jóvenes reciban educación como futuros conductores, aunque desgraciadamente vemos cómo desde la adolescencia se acostumbran a incumplir las normas con sus respectivos patinetes.
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