Opinión

La Residencia Marroquí, en 'tierra de nadie'

Con el cierre de la frontera de Melilla, en marzo de 2020, la Residencia de Estudiantes Marroquíes, ubicada junto a la mezquita del Rastro, se quedó a medio gas. Del millar de alumnos que habitualmente acudía a este centro antes de la pandemia, a día de hoy siguen yendo a clase entre 70 y 80. Por ser generosos, hablemos de un centenar.

De ellos, solo "unos poquitos" van y vienen de Marruecos los fines de semana ahora que está abierta la frontera, pero se ha dado el caso de un menor que cuando estaba cerrado Beni Enzar se arriesgó y cruzó ilegalmente a Melilla en moto de agua para no abandonar sus estudios. Y su historia no es una excepción. "Pasan a Melilla como pueden", aseguran a este diario fuentes del centro.

Estas mismas fuentes nos cuentan que se han quedado con el mínimo de alumnos. Eso parece, nos dicen, una escuela rural dentro de la ciudad. En Primaria está todo muy vacío y en Secundaria hay algo más de alumnos. Pero casi todos tienen algo en común: no tienen dinero para pagarse los libros de texto de la Editorial Anaya que la normativa española les obliga a utilizar.

"Sólo los hijos de padres que trabajan en Melilla para familias cristianas pueden pagar esos libros", se quejan docentes a El Faro. Pero no dejan el centro porque al estar vinculados laboralmente a España y sus hijos estudiando en la ciudad, también tienen acceso a subsidios y si no, las monjas les ayudan con el material escolar.

Ante la escasez de alumnado, la Residencia de Alumnos Marroquíes ha juntado varias clases, sobre todo, en los niveles de Primaria porque en estos momentos atraviesan "una situación muy sensible".

Otra de las quejas que más repiten es que les exigen a los profesores de la Residencia Marroquí dar sus clases en español y eso se les pone cuesta arriba porque carecen de formación en Lengua castellana y en cualquier caso no es su idioma materno. Muchos viven en Melilla y pueden comunicarse en español, pero enseñar requiere unos conocimientos que ellos no tienen.

"Se dan clases en un español deformado por profesores no competentes que vienen formados de Marruecos para impartir un programa marroquí, pero los libros de texto que les obligan a usar son en español y con los contenidos que se exigen en España", añaden a El Faro.

A los docentes les gustaría que les permitieran impartir el español como segunda lengua y no como lengua vehicular, pero tampoco están las cosas para reclamar nada. Para ellos, vivir en Melilla es un privilegio. Muchos tienen la nacionalidad española, mantienen la marroquí y algunos, incluso, son funcionarios de los dos países.

Lo que sí tienen es un amplio descontento porque el Gobierno de Marruecos les paga los sueldos en dirhams, pero ellos viven en Melilla y tienen que asumir los precios españoles de los alquileres, la luz, el agua o los alimentos. Van muy asfixiados y aunque se han quejado, desde las instituciones educativas de su país les dicen que la Residencia de Estudiantes Marroquíes no está en el extranjero: está en Marruecos.

No nos sorprende que utilicen el argumento de la 'tierra ocupada' para pagar menos a unos profesores que aceptan trabajar en Melilla con la esperanza de poder regularizar en algún momento su situación en la ciudad y de esta forma quedarse a vivir en España.

Los docentes no quieren oír hablar de política. Dicen que no les interesa; que solo quieren que Marruecos les suba el sueldo porque les parece injusto que tanto ellos como sus alumnos tengan que hacer frente a la escalada de la inflación con salarios en dirhams; pagando libros de Anaya y la luz al precio europeo.

Por eso los maestros de la Residencia de Estudiantes Marroquíes no tragan con el argumento de que esto es Marruecos. Los responsables educativos pueden decir lo que quieran, pero la realidad manda: para ir de Nador a Rabat no hace falta pasaporte. Para entrar en Melilla se exige visado.

Pero ellos saben que ahora mismo no tienen ninguna puerta que tocar: permanecen en un limbo legal y a día de hoy, es un milagro que el centro siga abierto porque todas las instituciones saben que no está homologado ni en Marruecos ni en España.

Fuentes del Ministerio de Educación han confirmado a este diario que, efectivamente, la Residencia Marroquí es un centro educativo en el exterior y Melilla no controla los datos de matriculación ni del currículum ni de los materiales escolares que utilizan.

También aclaran que con el cierre de la pandemia, a los alumnos que se quedaron atrapados en la ciudad se les dio respuesta educativa en los centros de enseñanza de Melilla, con independencia de su situación administrativa.

Los estudiantes de la Residencia que son escolarizados en centros de Melilla pueden obtener la titulación igual que el resto del alumnado, siempre que cumplan los requisitos académicos para cada etapa.

Eso no hace que los profesores de la Residencia se sientan como en una especie de 'tierra de nadie' donde no se aplican las normas de Melilla, pero tampoco se cumplen las marroquíes. Y lo peor es que no pueden quejarse. ¿A quién? ¿A España o a Marruecos?

Por eso reclaman una oficina específica que les atienda desde Nador, que ponga un poco de orden en el asunto. En estos momentos, añaden, trabajan bajo una dirección y normas trasnochadas.

"Aquí es otro nivel de vida. No es lo mismo que en Marruecos. A nosotros no nos importa la política. Queremos un sueldo justo y un cambio en los responsables que tienen una mentalidad muy anticuada", insisten en declaraciones a El Faro.

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