Una treintena personas, siendo generosos, protestó este lunes en la Plaza de España contra las restricciones en el tránsito de mercancías por la frontera de Melilla. Para muchos, la manifestación ha sido un fracaso porque ha tenido escaso seguimiento.
Otra cosa es lo que pueda pensar la delegada del Gobierno de Melilla, Sabrina Moh. A nadie le gusta que le monten una concentración en su contra especialmente si los manifestantes piden a coro su dimisión. Me consta que las autoridades le temen a este tipo de concentraciones en un lugar tan emblemático.
La gente de Ouviña protestó el lunes en la Plaza de España a favor de que se permita la entrada en Melilla de pescado sin restricciones para consumo propio de familias vulnerables y sugiriendo, veladamente, que se dediquen los esfuerzos de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad a vigilar la frontera de los peligros que nos acechan: narcotráfico, terrorismo e inmigración irregular. Ellos lo hicieron con un simbólico: "Sardinas sí, narcos no".
Independientemente de la rima facilona, esa debería ser la premisa en esta ciudad: garantizar un plato de comida a las familias en riesgo de exclusión y abrir una guerra sin cuartel al narcotráfico. Tenemos que pararle los pies a quienes utilizan a nuestros jóvenes sin formación para pasar droga hasta que los pillan y terminan presos y echan en la cárcel los mejores años de sus vidas. Los narcos y el blanqueo deberían concentrar la atención de las autoridades. Deberían ser su prioridad.
Con las restricciones impuestas por la circular de la Dirección General de Salud Pública ha crecido entre los melillenses la opinión de que para estar como está, es mejor que cierre la frontera.
Todos sabíamos que la frontera no iba a ser como antes. Pero todos creíamos que esos cambios se iban a ceñir al comercio atípico, no al sellado de pasaportes y las limitaciones adicionales al régimen de viajeros y a los horarios en los que se puede introducir mercancía en Melilla.
El presidente Pedro Sánchez dio un paso muy atrevido apoyando la autonomía marroquí para el Sáhara a cambio de 16 compromisos muy abiertos contraídos con el rey de Marruecos. Y pasa lo que pasa. De momento, todo lo que tenemos a la vista son piedras en las ruedas.
No terminamos de normalizar nuestras relaciones con Marruecos y acabamos de romperlas con Argelia. Encima, tenemos a mucha gente en Melilla indignada porque no podrá pasar la Fiesta del Borrego en del país vecino, con sus familiares, porque no tienen pasaporte para cruzar la frontera.
No se ha gestionado bien la reapertura de la frontera y no precisamente por falta de tiempo para los preparativos. La Delegación del Gobierno y el Ministerio del Interior tuvieron dos años para trabajar y si lo hicieron, el resultado deja mucho que desear.
La manifestación de Ouviña ha tenido escasa convocatoria, pero ha puesto el dedo en la llaga.
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