Un joven magrebí está grave en la UCI del Comarcal de Melilla tras ser atropellado por el camión en el que se escondía para intentar colarse como polizón en un barco hacia la península.
Una agente de la Policía portuaria comentaba hace poco a este periódico el escalofrío que le recorre cuando realiza labores de control entre los contenedores de mercancías. Siempre con el oído atento al más mínimo ruido porque ninguno se puede pasar por alto. Hacerlo podría costarle la vida a uno de los tantos niños y adultos que, sobre todo, miércoles, viernes y domingo se esconden en lugares inimaginables para colarse en los barcos que cruzan el Mediterráneo.
Para la Guardia Civil, que se encarga del resguardo fiscal y de fronteras, se abre un frente más. Como si no tuvieran poco con Beni Enzar, Farhana y Barrio Chino colapsadas con el contrabando, la valla, que no se le puede quitar ojo, los dobles fondos, las pateras... y el puerto.
Hasta hace poco la Benemérita hablaba de una media de 40 menores y adultos detectados en las escolleras de la dársena comercial dispuestos a todo con tal de subir como polizón a un barco.
Pero estas cifras han ido a más en cuestión de días y estamos hablando ya de hasta un centenar de niños y jóvenes interceptados jugándose la vida en el puerto.
Ayer el presidente de la Autoridad Portuaria y secretario general del PP en Melilla, Miguel Marín, reclamó en declaraciones a El Faro más efectivos de la Guardia Civil para vigilar la zona de seguridad del puerto ante la magnitud del problema que tenemos delante. Se puede decir más alto, pero no más claro.
Es una pena que el reclamo tenga que hacerlo Marín y no el delegado del Gobierno, Abdelmalik El Barkani, que sigue repitiendo erre que erre que son todos los que están y están todos los que son.
Ya ni siquiera podemos decir que cualquier día puede ocurrir una desgracia. En marzo del año pasado tuvimos una muerte, la Guardia Civil rescató este miércoles a un niño a punto de ahogarse y ayer un joven escondido en el eje de un camión, terminó arrollado al caerse del sitio donde estaba.
La semana que viene la secretaria general de Inmigración, Marina del Corral, tiene previsto reunirse con autoridades marroquíes para abordar la devolución de menores a Marruecos. Nada nos hace pensar que del encuentro saldrá la solución. Rabat sabe que sus niños se juegan el tipo porque no tienen futuro en el Reino Alauí y no quieren la vida que tienen sus padres.
España deberá convencerles de que Melilla no puede seguir siendo el dique de contención de la emigración de menores marroquíes a Europa y de que estamos hablando de niños, no de bultos. Deben ser devueltos a su país con todas las garantías. Allí deben estar a salvo.
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