Las cartas a Papá Noel y los Reyes Magos ya están en marcha. En muchas casas de Melilla, los más pequeños han comenzado a escribir sus deseos y peticiones para estas fechas tan especiales. Con cada línea, se reconstruye la magia de la infancia: la ilusión de despertarse la mañana del 25 de diciembre o del 6 de enero, correr hacia el árbol de Navidad o la habitación donde se han dejado los regalos, y encontrar ese juguete tan esperado envuelto en papel de colores.
Los preparativos de esas noches también forman parte del ritual. Dulces para Papá Noel, un vaso de leche, luces encendidas para iluminar el camino, una ventana entreabierta para facilitar la entrada de sus majestades, un barreño de agua para los camellos... todo pensado para que la fantasía se viva con intensidad. En medio de esa tradición cargada de simbolismo, hay un elemento que cada vez cobra más protagonismo: los juguetes educativos.
Estos juguetes, que combinan diversión y aprendizaje, se han convertido en una de las opciones más valoradas por padres, madres y familiares. Así lo confirman dos voces autorizadas del sector juguetero melillense: Isaac Carciente, gerente de la tienda Joguetoon, y Nani Zamora, trabajadora de Toy Planet.
Isaac Carciente explica que en los últimos años ha cambiado mucho el enfoque de lo que se considera un juguete educativo. “Hoy día, la tecnología está incorporada en todas las categorías de consumo, y los juguetes no son la excepción. Tenemos consolas, ordenadores, aparatos que vienen preparados incluso para niños de dos o tres años, con pantallas táctiles o interfaces muy intuitivas, donde aprenden las primeras letras, los colores, los números, las formas geométricas… y eso cada vez lo buscan más los padres, porque además les entretiene y les enseña”.
Para niños más mayores, la apuesta tecnológica sigue ganando terreno, especialmente en juegos científicos. “Se vende muchísimo todo lo relacionado con la ciencia: microscopios, telescopios, globos terráqueos completamente digitales, prismáticos con funciones interactivas. Lo clásico sigue, pero ahora tiene un plus añadido. Muchos de estos juguetes están conectados con aplicaciones que se descargan en el móvil o en la tablet, y eso les permite hacer más cosas, interactuar, ampliar información, aprender jugando”.
Pero no todo es tecnología. Carciente remarca el crecimiento de otra categoría que vive una etapa dorada: los juegos de mesa. “En los últimos años se ha disparado la venta de juegos de cartas y de mesa más modernos, los que no son los típicos anunciados por televisión. Hablamos de juegos más elaborados, con mecánicas originales, dirigidos no solo a niños, sino también a adolescentes y adultos. El público ha cambiado: hay mucho ‘jugón’, gente que lo disfruta como una forma de ocio habitual”.
Además del entretenimiento, Carciente insiste en el valor que este tipo de juegos tiene para las relaciones sociales y familiares. “Siempre los recomendamos porque fomentan el encuentro: te hacen hablar, reír, estar con los demás. No estás con el teléfono, estás compartiendo. A veces hablamos más por WhatsApp que con la persona que tenemos al lado. Y este tipo de juegos ayudan a recuperar eso: la conversación, la risa, el tiempo en familia”.
Desde Toy Planet, Nani Zamora aporta otra mirada sobre la tendencia de los juguetes educativos, especialmente entre los más pequeños. “Lo que más se vende ahora son los juguetes de madera, los encajables, todo lo que tenga que ver con la motricidad fina. Mucho material tipo Montessori, como puzles, torres de apilamiento, juegos de clasificación de colores o formas. Todo esto está pensado para niños de a partir de dos años, pero hay opciones hasta para bebés, con piezas grandes, seguras y fáciles de manipular”.
La idea de adaptar los juguetes a cada etapa del desarrollo está muy presente en su trabajo diario. “Cuando las familias vienen buscando algo educativo, les preguntamos por la edad, claro, y les vamos orientando. Para los niños un poco más grandes, ya de seis o siete años, lo que sale muy bien son los puzles en 3D, los juegos de mesa tipo ‘Batalla de Genios’, y también los que fomentan la lógica y el razonamiento. Muchos de ellos trabajan la resolución de problemas, la memoria, la planificación… y además se lo pasan genial”.
Zamora también destaca una línea que muchas veces pasa desapercibida, pero que es muy valorada por los padres y madres: los juguetes creativos. “Tenemos pizarras dobles, con tiza y rotulador, lienzos con papel trapa, kits de aerografía o de dibujo libre. También juegos para trazar, para diseñar, para combinar colores. Todo esto no solo entretiene: les ayuda a expresarse, a imaginar, a trabajar la motricidad y la concentración. Es un aprendizaje muy completo, aunque no siempre se vea como tal”.
En cuanto a los adolescentes, Nani comenta que cada vez hay más opciones interesantes. “Los juegos de mesa están muy presentes también en esa franja de edad. Hay muchos títulos que exigen estrategia, razonamiento o trabajo en equipo. También tenemos juegos científicos: laboratorios, experimentos, cuerpos humanos desmontables, globos terráqueos… todos pensados para estimular la curiosidad y el interés por aprender. No se venden en grandes cantidades, pero quien los compra lo hace muy convencido”.
Aunque reconoce que las consolas y dispositivos electrónicos siguen teniendo su público, cree que hay un equilibrio creciente. “Hay de todo. Algunos niños quieren videojuegos, pero también hay muchos padres que quieren desconectar de eso y buscan opciones más tradicionales o educativas. Por eso se agradece tener variedad. No hay una única manera de jugar”.
En estas semanas previas a la llegada de Papá Noel y los Reyes Magos, las jugueterías viven uno de sus momentos más intensos del año. Y si bien la ilusión sigue siendo la misma de siempre, las tendencias cambian y los productos también. El juguete educativo se consolida como una alternativa que va más allá de la moda o la publicidad: ofrece diversión, sí, pero también aprendizaje, valores y momentos compartidos.
Porque al final, más allá de la sorpresa, los envoltorios brillantes y los anuncios que marcan el consumo de la temporada, lo que queda es la experiencia. Aquella que empieza con una carta escrita con ilusión, sigue con una noche de nervios y magia, y culmina con una sonrisa que no se olvida. Y si ese regalo, además, ayuda a descubrir el mundo, a razonar, imaginar o compartir, entonces el acierto es doble.








