La noticia no está exenta de impacto. No es de extrañar que se divulgara con facilidad y lo peor que alcanzara a medios internacionales. Luego vinieron los desmentidos, pero como toda información absolutamente falsa de tan severo calibre, logra hacer daño por sí misma aunque al final se desmienta.
La estrategia a la larga es dañina, porque resta credibilidad a la fuente y en este caso no es ya la agencia oficial de noticias marroquí, sino al propio Marruecos, que se ve salpicado por lo que no deja de ser toda una planificación para desviar la atención sobre el recrudecido conflicto en el Sáhara.
Lo sucedido sirve para explicar por qué este verano en realidad se andaba escenificando en nuestra frontera un pulso con España que perseguía intereses distintos a la reclamación de la soberanía de Melilla o la denuncia de las supuestas extralimitaciones de la policía española fronteriza sobre los marroquíes. Lo que ocurre es que la historia de la agencia MAP, bautizando incluso a un muerto inexistente y, para más inri, hasta secuestrado post mortem, es excesiva y grotesca, y merece una protesta de las autoridades españolas y en especial de la nueva ministra de Exteriores. No en vano, atribuye la muerte al “balazo” de un guardia civil.
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