Los datos consolidados del IPC demuestran que la subida de los precios no toca techo en Melilla. La ciudad cerró el mes de julio con un aumento interanual del 10,9%, superior a la media nacional (10,8%) y también por encima del dato de junio de este año (10,1%).
El IPC se ha disparado especialmente en vivienda (19,6%), transporte (18,8%) y bebidas no alcohólicas (15,5%). Estos datos demuestran que la reapertura de la frontera de Beni Enzar no ha supuesto un alivio para la economía de la ciudad como se esperaba, entre otras cosas por la rigidez que impone el decreto de Sanidad que, en la práctica, ha frenado la entrada de pescado marroquí en Melilla, pese a que podría suponer un alivio para el bolsillo de las familias melillenses.
Además, influye el cierre de la aduana comercial que impide el trasiego de mercancías en beneficio de los dos países y, por último, las limitaciones que se mantienen a la entrada sin visado de turismo marroquí procedente de las zonas limítrofes, lo que funcionaría como un bálsamo, sobre todo, para el comercio y la hostelería local.
Mientras la inflación va en retroceso en países de la zona euro como Francia, Italia o Alemania, en España sigue cuesta arriba. No hay signos de ralentización ni visos de que venga en camino. Es como si nuestro país se hubiera cruzado de brazos.
Poco pueden hacer las administraciones autonómicas por reducir la inflación. En nuestro caso, la carga impositiva no es la misma que en la península por lo que la solución más a mano que tenemos es la frontera. Tener el comercio semi-paralizado en una ciudad que depende del sector Servicios es una temeridad.
Pero para que la frontera funcione con la fluidez, seriedad y eficiencia que se le presupone a un cruce internacional es imprescindible que las autoridades españolas concreten con las marroquíes hacia qué modelo queremos ir porque tal y como está no funciona.
Es cierto que nos dijeron que la reapertura sería gradual pero también es cierto que necesitábamos que la frontera abriera para aliviar la economía local. Ahora mismo, Beni Enzar es un corredor humanitario pero en un solo sentido: hacia Marruecos.
Retrasar el tránsito de mercancías solo sirve en estos momentos para alimentar la desafección de los melillenses hacia una frontera que sigue teniendo colas de tres y cuatro horas los domingos y que sólo representa gastos para las arcas públicas de nuestro país.
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