Ayer se celebró la segunda y última vista del juicio a J. A., comandante de un vuelo Melilla-Madrid operado el 24 de enero de 2014, que dio positivo por 0,52 en la prueba de alcoholemia que se le practicó tras aterrizar en el aeropuerto de Barajas. En esta sesión, el Ministerio Fiscal retiró su solicitud inicial de cuatro años de prisión para el acusado y sólo mantuvo su reclamación de que sea privado de la licencia profesional de piloto.
El pasado día 10 había tenido lugar la primera de las sesiones, en la que declaró el acusado, así como personal de la Policía Nacional, Guardia Civil y otros testigos. Entre los testimonios aportados por la Benemérita estuvieron los de los agentes que le efectuaron la prueba con un etilómetro de precisión.
Declaración del copiloto
Ayer, el juicio quedó visto para sentencia tras la declaración de F. J., quien ejerció como copiloto el día de los hechos. El que no compareció fue el acusado, que, según su abogado, estaba “haciendo un curso”. La legislación exige que el inculpado esté presente, pues tiene derecho a una última palabra tras la práctica de la prueba. Sin embargo, el letrado afirmó que “la celebración en su ausencia no vulnera el derecho de defensa”.
El copiloto testificó mediante videoconferencia. Según recordó, el 24 de enero del 14, por la mañana, en el hotel, llamó al acusado a su habitación al no haberse despertado éste a tiempo. Así, le hizo saber que él y el resto de la tripulación se desplazaban al aeropuerto y que lo esperarían allí mientras hacían los “preparativos” para el vuelo.
Este testigo negó haber firmado el acta del vuelo. “No puedo firmar un documento personal del comandante”, señaló a preguntas de la fiscal.
También rechazó que los motores del avión estuvieran encendidos cuando llegó el piloto. “Estaban parados totalmente”.
Sintomatología
La fiscal quiso saber si el acusado tenía “una sintomatología externa de haber ingerido alcohol”. “Por supuesto que no”, declaró F. J. “Si yo hubiera notado algo, no habríamos salido”.
Aseguró que J. A. “no olía a alcohol ni a sudor”, e incluso aseveró que su olor era “a colonia y a licor del polo”. “Nunca vi un síntoma raro”, apostilló.
El testigo recordó que, ya en Barajas, se le practicó la prueba de alcoholemia tanto a él como a su compañero. “Yo, por supuesto que la hago y doy 0,0”, proclamó.
“Control rutinario”
“Nos dijeron que era un control rutinario y aleatorio”, evocó F. J., y agregó que el comandante, en su “presencia”, “jamás se negó a hacer la prueba”. Eso sí, admitió que, al parecer, su compañero tuvo “dificultades” para efectuarla. “Sopló varias veces. No puedo decir con exactitud lo que le pasó”.
En la vista del pasado día 10, los guardias civiles declararon que, en la primera prueba válida que practicaron, dio un resultado positivo de 5,2, que se elevó a 5,5 en la segunda.
El copiloto afirmó que su relación con el acusado era meramente “profesional” y que nada le impedía decir “la verdad” en el juicio a su compañero.
Vestimenta del acusado
Tras las preguntas de la fiscal, turno para el abogado de la defensa, quien le consultó por la vestimenta que llevaba el acusado. En la anterior vista, un agente de la Policía Nacional declaró que J. A. no llevaba el uniforme de piloto y que entró por el control de pasajeros y no por el reservado a la tripulación.
F. J. admitió lo último, pero aseguró que sí vestía la indumentaria de comandante. “Llevaba una gabardina que es parte del uniforme, aunque no solemos llevarla”, explicó.
Aparte, afirmó que el vuelo transcurrió con “total normalidad” y que “la única anormalidad fue que estuviera esperando la Guardia Civil al llegar al parking” del aeropuerto.
La fiscal calificó la conducta como un delito contra la navegación aérea y reclamó la “retirada del título profesional de piloto” a J. A., aunque modificó su escrito de acusación y solicitó que no se le imponga la pena de cuatro años de prisión que reclamaba al iniciarse el proceso.
En peligro
La acusación pública subrayó que “todos los testigos, salvo la jefa de escala” de la compañía aérea, “detectaron olor a alcohol”. Asimismo, subrayó que la aerolínea “tenía que haber abortado el vuelo” y que el piloto “puso en peligro las vidas de 72 pasajeros”.
El abogado defensor pidió la libre absolución alegando que “se pudo demostrar la ingesta de alcohol”, pero no el hecho de que su cliente “estuviera bajo los efectos” de esa sustancia.
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