El nuevo jefe del Ejecutivo marroquí, Aziz Ajanuch, ha dicho este lunes en la presentación de su programa de gobierno para los próximos cinco años que pretende crear un millón de empleos en el país y fortalecer el escudo social con pagas a los ancianos y subvenciones para las familias pobres. También ha prometido Ajanuch desarrollar una marca “de alta calidad” que lleve la etiqueta ‘Made in Morocco’, entre otras propuestas como la de colocar al país en el top 60 de Educación en el mundo o aplicar el carácter oficial de la lengua amazigh.
Ajanuch, liberal y multimillonario, ha presentado un programa en apariencia ambicioso, pero cuando rascamos, vemos que tampoco está prometiendo nada del otro mundo. Es, por ejemplo, el caso del millón de empleos que dice que va a crear.
Si sólo en 2020 Marruecos perdió 430.000 puestos de trabajo y Ajanuch pretende incorporar al mercado laboral en los próximos 5 años a un millón de personas, en realidad lo que nos está prometiendo es recuperar el empleo perdido en el primer año de la pandemia y crear poco más de medio millón de puestos de trabajo en un quinquenio, que se dice rápido.
Nos parece poco si miramos los datos de creación de empleo, por ejemplo, de José María Aznar, que entre 1996 y 2004 creó más de 4,4 millones de puestos de trabajo en España. Estamos hablando de un ritmo de 550.000 nuevos empleos por año. Algo más conservador fue Rajoy, aunque también tiene su mérito porque creó 1,7 millones de puestos de trabajo entre 2011 y 2018. O sea: una media de 240.000 puestos anuales tras el fin de la crisis del boom inmobiliario.
Conclusión, Ajanuch se ha puesto por meta 200.000 nuevos puestos de trabajo al año en Marruecos. Es un tope que aquí nos parece fácil de conseguir, pero hay que recordar que hablamos de Marruecos. Por tanto, hay que tener en cuenta todo el dinero que se escurre por las rendijas de la corrupción endémica que sufre el país y el daño que hace a las arcas públicas el clientelismo y la red de informadores locales a sueldo, tan alejados de todo lo que suena a productividad.
Sin embargo, hay que reconocer que Ajanuch sabe lo importante que es la marca país y por eso se quiere empeñar a fondo para que el consumidor europeo, destinatario del 73% del total de las exportaciones marroquíes, diferencie los productos de Marruecos de los sucedáneos, de la misma manera que en el más vulgar de los mercados de Berlín se distingue el vino español del griego o el vinagre de Módena de uno barato de manzanas. Por eso él está pensando ya en la marca “Made in Morocco” para productos de “alta calidad”.
El nuevo jefe de Gobierno marroquí se ha dado cuenta, además, de que para vender en mercados internacionales, la marca país es importante. No se puede exportar migrantes en cantidades industriales y pretender que el consumidor no asocie tu producto a sueldos miserables, pateras, menores extranjeros no acompañados, a pobreza extrema o a mano de obra barata.
Quizás por eso la diplomacia marroquí sigue moviendo ficha a gran escala. Esta vez, consiguiendo 93 votos y un sillón como miembro del Comité de la ONU contra la Tortura para el período comprendido entre 2022 y 2025.
Marruecos firmó la Convención contra la tortura en 1986 y la ratificó en 1993, pero como todos sabéis, eso no obliga a nada. Quien crea que por estar en el Comité contra la Tortura, las Fuerzas marroquíes dejarán de cometer excesos como el que le costó la vida a Emin y Pisly, lo lleva claro.
Algo similar hemos tenido que tragarnos los cubanos. La dictadura de Miguel Díaz-Canel, que tiene a día de hoy más presos políticos que Venezuela y Nicaragua juntas, ocupa un sillón en el Comité de Derechos Humanos de la ONU. Es una vergüenza. Es el desprestigio de la ONU llevado a su máxima expresión.
El caso es que mientras nosotros nos distraemos con que si Marruecos limpia la frontera de Beni Enzar tras las lluvias, en Rabat no paran anotarse tantos en la escena internacional. Se entiende por tanto que el rey Mohamed VI haya ratificado en su cargo como ministro de Exteriores a Nasser Bourita, el hombre que consiguió que Estados Unidos reconociera la soberanía marroquí sobre el Sahara en septiembre de 2020. Él mismo que tiene en el aire la Reunión de Alto Nivel con España.
Llama la atención, además, que el nuevo gobierno marroquí pretende aplicar el carácter oficial de la lengua amazigh. Habría que ver cómo se toman en Rabat que Melilla quiera disputarles la referencia mundial del mundo amazigh de aquí a 2029, tal y como recoge el Plan Estratégico aprobado por el gobierno de la ciudad autónoma.
Volviendo al tema de los 430.000 empleos perdidos en Marruecos en 2020, sería interesante saber cuántos se deben al cierre de las fronteras de Ceuta y Melilla y al descenso del turismo en las zonas limítrofes con España. En el caso de Nador, se trata de una región agrícola, donde Ajanuch promete dignificar el trabajo en el campo. ¿Será ahí, en el campo, donde pretende enarbolar la bandera del ‘Made in Morocco?
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