Se cumplen hoy 46 años de la aprobación de la Constitución Española de 1978, un texto fruto del pacto político que auspició la Transición, ese paso del régimen dictatorial de Franco a una democracia parlamentaria que se mirara en el espejo del sistema de otros países del entorno europeo en que España debía moverse. Fue la Constitución de la reconciliación, elaborada entre todos y para que todos cupieran en ella, independientemente de su ideología.
Nunca antes España había conseguido tener una Carta Magna fruto del pacto y la negociación entre toda clase de organizaciones políticas, incluidos los nacionalistas catalanes y vascos. Se podría decir que fue la primera vez que una Constitución no se promulgaba en contra de quienes se situaban en la oposición, algo muy común en el convulso siglo XIX, caracterizado por las revueltas y los pronunciamientos que, sin embargo, no llegaban nunca a buen término.
Después de estos 46 años la Constitución del 78 necesita más que nunca ser reivindicada por los ciudadanos como norma para regular la convivencia y la igualdad entre los españoles, ahora en peligro como consecuencia de la necesidad del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, de mantenerse en La Moncloa muy a pesar de romper principios constitucionales que se pensaban consolidados, pero que se intuyen vulnerables al albur de un dirigente político sin apoyos parlamentarios suficientes que garanticen la estabilidad de la Legislatura.
Las concesiones a los minoritarios para mantenerse al frente del Ejecutivo podrían estar atentando directamente contra la igualdad de los españoles, la separación de poderes y la independencia de la Justicia. La ley de amnistía exigida por los independentistas catalanes para apoyar a Sánchez socavó de forma clara esa imprescindible equidad de todos los ciudadanos de este país.
Las exigencias voraces de los catalanes y las organizaciones de la izquierda radical ponen en cuestión la vigencia constitucional ante un PSOE tocado por una representación parlamentaria claramente insuficiente para mantener el liderazgo al frente del país. De hecho, perdió las últimas elecciones generales de 2023 y se vio obligado a poner en marcha el mercado de los votos aún a costa de la Constitución.
Decía el profesor Aranguren, uno de los filósofos y ensayistas españoles más influyentes en el siglo XX, que la imposición de los ideales de las minorías sobre las mayorías pervertía el sistema. ¿Asistimos, por tanto, a esa degradación de la calidad democrática de España? Es evidente que el Gobierno de Sánchez es rehén de esos grupos minoritarios que tienen en su mano la llave de la gobernabilidad.
Por eso es tan importante festejar hoy el aniversario de nuestra Carta Magna, recalcar su vigencia y comprometerse con los valores que emanan de ella porque, de lo contrario, España dejaría de ser una democracia para convertirse en cualquier otra cosa de difícil encaje en el modelo establecido por la Constitución.
Celebremos que hace 46 años ya que los españoles vivimos en libertad queriendo ser iguales ante la ley, que formamos parte de un Estado moderno, europeo, donde se garantizan aspectos sociales tan esenciales como la sanidad y la educación, donde la Justicia -aunque lenta- funciona, donde se respeta la propiedad privada y donde cualquier español puede desarrollar su proyecto de vida según sus propias convicciones.