Ayer no fue un Jueves Santo normal en ningún sentido. Primero porque esta Semana Santa, al completo, no lo está siendo. La política no cesa en estos previos de las elecciones y cada día se anuncia una nueva sorpresa. De hecho, hoy Viernes Santo es un día en que no se confecciona periódico, en atención a una antigua tradición marcada por la anterior confesionalidad católica de nuestro país. Nunca hay periódico en Sábado de Gloria aunque los periodistas trabajemos, normalmente, cubriendo las procesiones.
Este Viernes Santo, francamente, no sabemos con qué vamos a encontrarnos.
Ayer el escándalo tenía nombres y apellidos. Los medios afines al PSOE se encargaron de filtrar que Mimón Mehamed, el hasta ayer viceconsejero de Presidencia y Participación Ciudadana, fue condenado en 2006 por violencia machista, a causa de unos hechos que acontecieron en Tenerife en 2004.
Entonces Mimón Mehamed aún no pertenecía al PP porque no había terminado de desvincularse de su anterior militancia en CpM, partido por el que fue diputado en la Asamblea de Melilla desde el año 99 hasta el 2003 y con el que desempeñó el cargo de consejero de Bienestar Social durante el efímero gobierno que presidió Mustafa Aberchán.
La oposición no tardó en hacer escarnio tras conocerse la noticia. De poco le valió que Mehamed dimitiese ipso facto tras trascender su condena, evitando así que su partido lo cesara de todos sus puestos e incluso lo apartara de sus filas, como según el presidente de la Ciudad y del PP, Juan José Imbroda, hubiese hecho de no haber tomado Mehamed por sí mismo la decisión de dimitir.
El socialista Dionisio Muñoz mostró rápidamente cuál es su catadura, dando cuenta sobrada de qué hubiera pasado si, por ejemplo, Abderrahim Sellam en lugar de pertenecer a CpM hubiera pertenecido al PP.
Para Muñoz, según publicó en su blog personal y su Jefe de Prensa se encargó de difundir, lo importante no es sólo que Mehamed, con su silencio sobre su condena, “tomara el pelo” a la Asamblea de Melilla y a los propios melillenses, cada vez que se sumaba a los actos institucionales contra la violencia machista. Lo que hay que saber, según Muñoz, es si sólo él nos ha tomado el pelo, si el PP sabía de su condena y lo ha ocultado, y en qué medida Imbroda lo habría respaldado en ese silencio. Muñoz, en suma, pedía ayer unas explicaciones que el presidente de la Ciudad y el PP local se apresuró a dar por iniciativa propia a las doce y media de la mañana, con una rueda de prensa convocada por él mismo.
“¿Alguien más lo sabía? Se descubrirá”, vaticinaba el socialista en un tono que no deja de recordar a la carroña, evidenciando que, desgraciadamente, en política vale todo.
Ahora bien, Mimón Mehamed, que no entró en la cárcel por la misma condena y que ha demostrado sobradamente haber superado ese penoso suceso de su vida, no se merece tampoco este linchamiento público. Es comprensible que el PP lo aparte de sus filas, en virtud de la estética exigible a todas las candidaturas electorales. Aún así, el que una persona haya sido condenada en unos extremos que no se conocen pero que no le supusieron privación de libertad, no es razón suficiente para someterlo a un nuevo juicio público al albur de la carroña política.
A diferencia de los socialistas o al menos del socialista Muñoz, yo sí creo en la reinserción de los condenados, sí creo que las personas pueden incurrir en un error y que pueden superarlo sin necesidad de penar por ello toda la vida. Incluso en los peores delitos es posible la reinserción y es obligado el perdón.
El PP ha hecho lo único que podía hacer, aunque entre sus adversarios el mismo sentido de la estética política no cuente para nada y se incluyan en las candidaturas de PSOE, CpM o PPL, desde imputados por presunto fraude electoral y compra de votos a cambio de trabajo en Planes de Empleo públicos, hasta un condenado por prevaricación o un candidato en la cárcel por presunto delito de blanqueo de capitales y asociación ilícita para el narcotráfico.
Creo que Mimón Mehamed ha sido un buen viceconsejero de Participación Ciudadana que erró al callar la condena que pesaba sobre él. No obstante, también creo que por ello no hay que condenarlo de nuevo y mucho menos situarlo en el centro de la Diana como el único político que se ha visto involucrado en este país en un caso de malos tratos.
Hacer campaña electoral a costa de algo tan desgraciado como la violencia machista es una verdadera vergüenza. Someter de nuevo a un juicio público, con escarnio incluido, a quien haya podido ser condenado, cinco años después de que se produjera la condena, es intolerable en todos los casos.
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