Los operarios retiraban ayer la iluminación de las fiestas, los pascueros y los puestos.
El día 6 de enero es la fecha marcada en el calendario como la última jornada de las fiestas navideñas. Atrás quedan los reencuentros familiares, más o menos agradables, las reuniones con los amigos de toda la vida, las cenas de trabajo en las que se liman o se disimulan asperezas, las compras y las comilonas acompañadas de más bebidas espirituosas de lo habitual. Ayer era día de resaca navideña para muchos y de intenso trabajo para otros tantos.
Los operarios de la Ciudad se esforzaban desde primera hora de la mañana para ‘hacer desaparecer’, casi como por arte de magia, todos lo signos de este mes de fiestas.
Lo primero en bajarse de las farolas fueron los pascueros, que habían resistido al frío, al calor e incluso a los ‘amigos de lo ajeno’, pero no pudieron enfrentarse a los que tenían como labor despejar los maceteros, hasta que toque colocar una nueva flor.
Los puestos del mercadillo de la calle García Cabrelles tampoco tardaron mucho en desmontarse, antes de media mañana ya sólo quedaban los números que acotaban el espacio de cada tenderete en el suelo, como recuerdo de lo que hasta hace sólo dos días era un trasiego de gente en busca del regalo perfecto.
La iluminación que durante casi todo el mes de diciembre ha ‘alegrado’ las calles de la ciudad, también comenzaba a desmontarse. Lo mismo ocurría con los puestos de la Plaza de las Culturas y el belén del Foso del Hornabeque.
Para los amantes de la Navidad los próximos días serán jornadas grises, llenas de recuerdos de risas y amigos que ya han vuelto a su día a día lejos de nuestra ciudad. Para otros, el final de las fiestas supondrá un descanso y la alegría de volver a la rutina. Sea como sea, los once meses que faltan para que las luces vuelvan a brillar, seguro que no tardan mucho en pasar.