Pocos españoles en el territorio nacional y desde luego creo que ninguno en Melilla y Ceuta necesitan una explicación extraordinaria sobre la carta a la que se refiere esta reflexión. Sí, así es. Me refiero a la carta dirigida por el presidente Sánchez al rey de Marruecos, Mohamed VI, repleta de incorrecciones semánticas y gramaticales, que pudieran hacer creer a algún mal pensado que la carta pudiera haber sido escrita originalmente en otro idioma, quizás el inglés, y haber sido traducida posteriormente al español. Calificar al Ministro de Asuntos Exteriores como Ministro de Asuntos Europeos al final de la carta, parece poco corriente, más si se tiene en cuenta que, lógicamente, la carta debió ser canalizada a través, precisamente, del Ministerio de Asuntos Exteriores, Unión Europea y Cooperación. Es sólo un ejemplo. La redacción, como digo, es evidentemente mejorable. Creo que el alto nivel de remitente y destinatario merecerían algo más de depuración gramatical del texto.
Sorprende también la coincidencia de la remisión de esta carta con la visita a España y Marruecos girada los pasados días 8 y 9 de marzo por la segunda del Departamento de Estado de los Estados Unidos de Norteamérica, la señora Wendy Sherman.
Por otra parte, la técnica de tapar un escándalo con otro, con la situación actual reinante en España de descontento social puesta de manifiesto por multitud de sectores, no es algo a lo que nos tenga desacostumbrados, precisamente, la acción política de nuestro presidente. La huida hacia adelante parece ser la estrategia preferida en Moncloa.
Dicen que hay descontento entre los ministros socialistas del Gobierno, que aseguran que se enteraron de esta actuación en política internacional por los medios de comunicación, como consecuencia de la divulgación de la carta por la casa real marroquí. No menciono el descontento de los de la cuota de Unidas Podemos, que se da por hecho, pero el de los de la parte socialista, si es que existe, que parece que sí, merece una reflexión, especialmente por parte de ellos mismos.
Sorprende, igualmente, la retórica empleada en la carta en la que el presidente de nuestro Gobierno, es decir nuestro primer ministro, se dirige al Jefe del Estado del país vecino, es decir, el rey Mohamed VI, exponiendo la relación privilegiada entre nuestros países hermanos y el beneficio de nuestros pueblos. ¡Qué quieren que les diga! Me parece una terminología a emplear con más propiedad entre ambos monarcas. El gobierno de Marruecos cuenta con un Primer Ministro, que parece el interlocutor más adecuado para nuestro presidente del Gobierno. No sé qué es lo que se me escapa o qué se nos oculta.
De igual manera, no tenemos constancia de que el Reino de Marruecos haya expresado ningún tipo de disposición con respecto a lo planteado por nuestro presidente en su carta, con excepción del cambio de la postura de España en relación con la propuesta marroquí de contemplar exclusivamente el acceso a la autonomía como única vía de salida plausible para el proceso de descolonización del Sahara, ante la que, lógicamente, han mostrado su agrado. En cuanto al presunto logro del que el ministro Albares saca pecho acerca del mutuo respeto a la integridad territorial de ambos países no ha sido sometido a comentario alguno por parte de Marruecos y es bueno recordar que la integridad territorial de ambos países es contemplada de manera diferente por los unos y los otros.
Nada me gustaría más que estar equivocado en mis percepciones pero tengo para mí que lo único que nuestro presidente ha puesto de manifiesto con esta actuación es la disposición a modificar posicionamientos en el ámbito internacional cuando se es sometido a presión. Creo que el reino de Marruecos pudiera adquirir la sensación de que la presión ejercida sobre nuestras ciudades autónomas rinde beneficios. Cuando se habla de eludir en lo sucesivo la tentación de realizar actuaciones unilaterales parece no recordarse que las únicas registradas proceden, precisamente, de Marruecos. Se habla sólo del cierre de la frontera terrestre o de las oleadas migratorias en Melilla, Ceuta y Canarias, pero no se cita el cierre unilateral de la aduana comercial en Melilla o el cierre del tránsito de mercancías en Ceuta acometido antes del cierre de la frontera o el anuncio de no reanudarlo cuando se vuelva a abrir la frontera en Melilla. Y eso cuando se vuelva a abrir la frontera terrestre, otro asunto que queda a expensas de la decisión unilateral de Marruecos.
Desde que en mayo de 2021 se produjera la entrada masiva de ciudadanos marroquíes en Ceuta a instancias del Gobierno marroquí y así fuera reconocido por la propia Unión Europea, nos planteamos, o dijimos plantearnos, acometer actuaciones, en el ejercicio de nuestra soberanía que redundasen en la sostenibilidad y la estabilidad de nuestras dos ciudades autónomas para no permanecer a expensas de lo que, desde su lado de la frontera, Marruecos decidiese hacer, con consecuencias negativas para nuestros intereses. Incluso nuestro Gobierno lo reflejó en la Estrategia de Seguridad Nacional aprobada en diciembre de 2021 incluyendo el propósito de elaborar un plan específico para Melilla y Ceuta.
Se nos quiere hacer creer que todo comenzó con la admisión de Brahim Ghali, líder del Frente Polisario, para recibir tratamiento médico en nuestro país, razón por la cual fue relevada en sus responsabilidades la ministra González Laya para ser sustituida por el actual ministro Albares. Ya queda dicho que todo comenzó mucho antes, en agosto de 2018, con el cierre unilateral de la aduana comercial y con la sucesión de actuaciones posteriores. El ministro Albares, que se incorporó con el compromiso de recomponer las deterioradas relaciones bilaterales, sólo ha conseguido el pírrico triunfo de que Marruecos le agradezca acometer de manera sorpresiva el mayor viraje a la postura internacional de España con respecto al asunto del Sahara. Nada a cambio de ello. Por lo menos, nada favorable a los intereses de España que resulte mínimamente asumido por los destinatarios de la carta.