LA encuesta que cada cuatro años presenta el Instituto Nacional de la Juventud (Injuve) nos dejó ayer un sabor amargo. Según las conclusiones de este informe, Melilla tiene la población más joven de España, con mayor tasa de paro y de fecundidad.
Casi una cuarta parte de los habitantes de esta ciudad tiene entre 15 y 29 años. Está en la flor de la vida y como el resto de jóvenes del país pone por bandera la familia y la lealtad a los amigos. En cambio, muestra poco interés por los temas relacionados con la inmigración y la política. No le interesa el mundo de los discursos, las promesas electorales ni la llegada de extranjeros de forma irregular.
Los jóvenes de nuestro tiempo y de nuestra ciudad, según el retrato que dibuja la encuesta del Injuve, no conciben su tiempo libre desconectados del teléfono móvil, de Internet ni de las redes sociales.
Les preocupa el medio ambiente, la solidaridad o la igualdad de oportunidades. Incluso, ha aumentado la cifra, respecto a la encuesta anterior, de jóvenes que confiesan llevar dentro el gusanillo para emprender un negocio por cuenta propia.
Con la crisis, cada vez son más los que siguen viviendo con sus padres porque no pueden permitirse la independencia y muchos menos los que se enfrentan a un embarazo no deseado o consumen drogas. Eso, pese a que no baja el número de chavales que admiten que beben alcohol o que asumen conductas sexuales arriesgadas.
No estamos para tirar cohetes, pero tampoco estamos para alarmarnos. Tenemos una juventud sana, con ganas de echar para adelante, a la que hay que darle una oportunidad para que sus sueños no pasen a engordar la triste historia de una generación perdida.
La esperanza, al menos en Melilla, está a la vuelta de la esquina. Para este otoño hay preparado un nuevo Plan de Empleo que hará hincapié en los parados jóvenes. La Ciudad quiere darle una oportunidad a la savia nueva. Europa también. Los nuevos presupuestos de la Unión contemplan una partida importante para invertir en puestos de trabajo para ellos.
La UE no puede permitirse darle la espalda a sus jóvenes. Melilla tampoco. Tenemos delante una juventud tecnológicamente formada, que quiere una oportunidad en este mundo. Y tenemos la obligación moral de ayudarles y también de animarles a que lo consigan. No es de recibo que casi nueve de cada diez contratos hechos a un joven en Melilla sea temporal. Así no se construye una sociedad moderna. Tampoco a base de planes de empleo. Tendrán que esforzarse.