El progresivo e incisivo envejecimiento de la población española ha dado como resultado que las personas mayores con derecho a voto en las próximas elecciones sean el doble que las personas jóvenes.
Su voto será, por tanto, decisivo en las elecciones de hoy.
El Faro ha visitado el Centro de Mayores, donde personas de la tercera edad han compartido con este periódico su experiencia con las urnas, su visión sobre el agitado tablero político y su opinión sobre el fin de la etapa del bipartidismo.
La fortaleza de los partidos tradicionales es entre ellos incuestionable: "Yo he votado siempre a los mismos", asegura Ángeles de 74 años. Comparte mesa con Pilar, Ana e Isabel. Ambas también han sido fiel a un único partido desde los años de la democracia.
No obstante, Pilar reconoce que en las últimas elecciones se quedó en casa. "Estaba enfadada con los políticos", dice y critica la falta de honestidad de los líderes actuales. Ahora se siente motivada y asegura que hoy acudirá a las urnas con la esperanza de que los dirigentes sean capaces de dar un giro a la situación de desempleo que sufre el país.
Tras más de siete años de crisis, Isabel, Pilar, Ana y Ángeles ven que su España es otra, más pobre más desigual y donde millones de personas han abandonado la clase media. Pero Ángeles considera que los "malos tiempos" de ahora nada tienen que ver con los de antes. "Ahora hay muchas ayudas para la gente que lo está pasando mal, ya sea de Cáritas o de cualquier otra entidad", señala. Pilar discrepa con su amiga. Cuenta que no sólo la gente joven lo está pasando mal, sino también aquellas personas de la tercera edad que tienen una pensión "irrisoria". "Sé de mucha gente que tiene que vivir con 300 euros al mes. A mis amigos que están en esa situación les doy de vez en cuando 20 o 30 euros", cuenta. Pilar considera que ahora goza de una buena pensión, pero también sabe lo que significa no poder llegar a fin de mes. Se quedó viuda con 36 años, tenía cuatro hijos y para mantenerlos se puso a "fregar suelos como una loca".
Esperanza fuera de España
Pilar ve en los jóvenes que hoy en día marchan al extranjero en busca de nuevas oportunidades un fiel reflejo de ella misma. También ella hizo las maletas cargadas de esperanza. Concretamente en el 79 cuando puso rumbo a Suiza. "Dejé la limpieza para trabajar 17 horas ante los fogones". La alternativa no era especialmente atractiva, pero sí mejor remunerada. En el 84 volvió a Melilla y en 1990 ocupó un puesto en el Hospital Comarcal como encargada general del centro.
Su vivencia le hace ser especialmente sensible con la situación actual, pero no por ello confía en los partidos "del cambio". Tampoco lo hacen las demás. Cuentan que cambiar de voto lleva tiempo, porque necesitan encontrar "alternativas creíbles". "Más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer", dicen al unísono Ana y Ángeles. "Mi madre siempre lo decía", cuenta Ángeles. Otras de las razones por las que no optan por alternar de papeleta es porque el voto siempre dice algo de nosotros y no nos gusta reconocer errores.
Votante centrista
Ramón, otro de los visitantes del Centro de Mayores afirma que precisamente a los errores es a lo que "no debemos tener miedo". "El riesgo forma parte de la vida", comenta. "Si nos equivocamos ahora pues en los siguientes cuatro años podremos rectificar", señala.
Ramón se considera un votante centrista es decir, que en unas elecciones ha votado al PSOE y en otras al PP. En el futuro también es poco probable que un único partido retenga la confianza de Ramón porque asegura que su mentalidad es "más europea" concretamente "francesa". Su estrecha relación y admiración por el país galo surgió en su infancia. "Mi padre trabajó aquí en Melilla en el antiguo consulado francés", cuenta. "Los políticos deberían tomar ejemplo del país vecino. En el momento que detectan que hay un corrupto en cualquier formación es expulsado o dimite de forma voluntaria. Aquí no los levantamos de sus sillones ni con un lanzallamas", manifiesta.
Afirma que la corrupción es difícil de erradicar, y que, de momento, sólo espera que los partidos, viejos y nuevos, estén a la altura de cumplir con los ansiados cambios que la sociedad demanda.