La Historia de un pueblo es aquella que tiende a unir a los habitantes de un lugar. Sin la necesidad de estar de acuerdo de manera unánime y en todo es, o debiera serlo, la argamasa que fundamenta la identidad. Pero la Historia puede ser, y con frecuencia, dada la dificultad de certificar sus hechos y validar sus acontecimientos sobre todo cuando se remonta a la profundidad de siglos, motivo y herramienta para aflojar las tuercas de la unión y derramar el flujo de la división.
Pese a ello, a esa dificultad, no es ingrediente menor el hecho de su utilización para la diferencia política y el ánimo de distinción. Pero el devenir en el pasado no debe priorizar el verbo imponer sobre el de convencer y, sobre todo, no ser espacio de disputa y negación política acarreando no poco déficit institucional. La Historia son los hechos, más que su interpretación y opinión, pero de poco sirve el relato si este no abraza al conjunto.
Su narración, sus anales, deben contemplar no únicamente la pertenencia a una nación y sus símbolos (de por sí importante) sino también al devenir de sus habitantes en su génesis y desarrollo del relato y en esa sensibilidad se puede encontrar alimento para el acervo, lo común compartido.
Los irrenunciables amores patrióticos y señas étnicas u otros condicionantes no debieran ser obstáculos insalvables que dobleguen a la lid de la política constructiva. Política constructiva que, muy probablemente y es de esperar, generaciones nuevas sabrán llevar a cabo.
Generaciones nuevas que ahondarán en la preeminencia para hacer ciudadanos más que residentes en su lugar. Ciudadanos, siempre pertenecientes a una sola comunidad. Ejemplos como Cataluña o Melilla, por razones y motivos distintos, denotan cuán difícil, dada la “voluntad maniatada” de las posiciones políticas actuales en el mantenimiento o alcance del poder, puede ser la construcción de ese relato común que no exige la pérdida de diversidad.
La Historia es de nadie si no es con todos y en presuntas “estrategias febriles y motivaciones clandestinas”, dados los intereses parciales en juego, algunos conseguirán ser orillados pese al obvio impedimento, los tiempos, de tan acentuada incertidumbre, lo exigirán y seguirán exigiéndolo. Ella, la Historia es aquella que busca respuestas a las inquietudes del presente con vocación de futuro. Esa búsqueda encontrará luz si es conjunta.