En la calle general Aizpuru sólo un inmueble presenta desperfectos notables en su fachada y en su interior.
“Estuvimos en casa de unos familiares hasta ayer mismo, que volvimos a dormir aquí. Pero con todas esas grietas en el techo y en las paredes, imagínate. Estamos levantándonos cada dos por tres por la noche porque tenemos miedo”.
Salah vive en el único edificio de la calle general Aizpuru que ha sido vallado para evitar que los transeúntes caminen junto a su fachada. El edificio mira también a la calle Músico Granados, donde el frontispicio refleja igualmente las consecuencias del temblor de tierra que sacudió Melilla el lunes de la semana pasada.
“Yo estaba despierto cuando el terremoto”, recuerda Salah, que representa poco más de 20 años y recibe a El Faro en compañía de su madre y su hermano adolescente. En la casa vive otra hermana.
“Saqué a mi madre y a mis hermanos a la calle. Luego, después de unas horas, volvimos para coger lo necesario y nos fuimos a casa de nuestros familiares”.
Sin riesgos según los técnicos
Como muchos melillenses con sus viviendas afectadas por el seísmo, Salah cuenta que en los días posteriores recibieron la visita de unos técnicos que les aseguraron que no había peligro de más desprendimientos.
Las grietas son especialmente visibles en los dormitorios y en el pasillo. “Dormimos todos en la sala de estar”, destaca este joven. Su madre interviene y afirma: “Tenemos miedo. Mi hija tiembla sólo con pensar en dormir en su cuarto”.
Pese a la sacudida sufrida por la casa, no sufrió ningún corte de luz ni de agua. “Me sorprende”, comenta Salah, “porque sé de algunas casas que estuvieron tiempo sin electricidad”.
Aunque el interior de su vivienda ha sido reformado, el aspecto exterior del inmueble muestra que su construcción es antigua. “No sé cuántos años tendrá. Ochenta, cien...”, supone Salah. Su madre vuelve a tomar la palabra: “Cuando se hizo esta casa, Franco era como este niño”, dice sonriente señalando a su hijo menor.