Don Jesús Núñez, habitual en la sección de Historia de la Revista Profesional de la Guardia Civil, se atreve a determinar el año 1893 como el de la llegada efectiva de los primeros guardia civiles a Melilla, una información que coincide con el material fotográfico de principios del año pasado de don Lisardo Pérez. Es decir, el 12 de octubre no sólo es la Fiesta Nacional y la de la Patrona del Instituto Armado, sino la celebración del 118 aniversario de presencia en Melilla de la Benemérita. Como todo lo que hacen los guardia civiles lo celebrarán de forma discreta y no lo celebrarán. Lo suyo es el servicio.
Tras la tragedia de Margallo, llega a la ciudad una sección de Infantería de la Comandancia de Madrid, perteneciente al Primer Tercio de la Guardia Civil. Llegaron a Melilla un sargento, dos cabos y 21 guardias, todos ellos al mando del teniente José Martínez Ibáñez, destinados –según Núñez- al servicio de “campaña o de policía militar”. Y es que España, viendo lo que se le venía encima, no sabía ya cómo acumular efectivos para defender su posesión soberana en el norte de África.
Hubo unidades militares que, tras sus respectivas misiones militares en la Guelaya, consumada la derrota de la harca rifeña de Abdelkrim, uno de los destacamentos que se quedó en Melilla. Por su efectividad, sacrificio y la acción de heroísmo registrada en la Fábrica de Harinas de Nador, el Gobierno de la época comprendió que la Guardia Civil era más que necesaria en la turbulenta ciudad de Melilla. Y se quedaron los guardias civiles a quienes no tardaría la Administración en construirle la primera casa cuartel, en la calle del su fundador el Duque de Ahumada, muy cerca de la Ensenada de los Galápagos, muy cerca de los muros centenarios del Pueblo y del Muro X, ese edificio que quedó en escombros tras la llegada del nuevo cuartel del Tesorillo, con el fin de crear la Explanada de las Culturas.
Nada tiene que ver la Guardia Civil de finales del siglo XIX o principios del XX, salvo su vocación de servicio. Hoy, 118 años después, el uniforme verde, sea de paño o sea de polo elástico, sigue imprimiendo rigor, legalidad, todo ello adecuado a nuevas misiones como la Protección de la Naturaleza, la inmigración o la lucha contra el tráfico de drogas. Pero en Valdemoro el mensaje sigue siendo el mismo: el honor es nuestra divisa. Y honrados y honrando a los melillenses, los 500 guardias del 2011 son pieza fundamental del engranaje de la seguridad en la ciudad. No esperan una palabra de aliento o reconocimiento, aunque las agradezcan, esperan que los parámetros del servicio se cumplan a rajatabla.
Pensamos, que este siglo y pico del Instituto Armado en Melilla no es casualidad, sino el reconocimiento a unos servicios que no estarán jamás bien pagados. Por ello remataremos la colaboración como se remata el himno de la Benemérita “¡Viva honrada la Guardia Civil!”, y la de Melilla, más.
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