Beni Enzar está tan desolado como Melilla. En dos años y dos meses de cierre fronterizo, la crisis en las relaciones bilaterales hispano-marroquí se nota en nuestra ciudad, pero también, y mucho, del otro lado de la frontera.
Basta con poner un pie fuera de Melilla para volver a experimentar la hospitalidad que caracteriza a nuestros vecinos, más allá de los actos unilaterales que protagonicen los gobiernos.
La gente de Beni Enzar quiere y necesita a Melilla y viceversa y ya es hora de que entendamos al frontera como una herramienta para conseguir beneficios para las dos partes.
Limar asperezas es lo mejor que ha podido pasar para Melilla y Marruecos. No sólo a nivel emocional. Todos sabíamos que la reapertura de la frontera supondría la reunión de familias separadas por las diferencias diplomáticas, políticas y, por supuesto, por la pandemia. A nivel económico las ventajas de la reapertura pueden ser infinitas, aunque para ello deberá regularizarse el trasiego de mercancías y cuanto antes, mejor.
La ausencia de bultos, porteadores y coches de contrabando en Beni Enzar ha aliviado muchísimo el tránsito fronterizo. Hoy podemos decir que tenemos una frontera segura y fluida.
En dos días han entrado o salido por Beni Enzar unas cinco mil personas. Nada que ver con las 30.000 entradas que se registraban a diario en tiempos del comercio atípico.
La reorganización de la frontera de Beni Enzar empezó con el delegado del Gobierno, Abdelmalik El Barkani, y es hoy una realidad con Sabrina Moh. Ha sido una cura dolorosísima, pero necesaria. Hoy podemos presumir fluidez y cero colas en el principal paso de la ciudad. Pero no podemos olvidar que eso es así porque todavía no está permitido que entren a Melilla los vecinos de Nador.
De momento no sabemos si finalmente la frontera de Melilla será una frontera con todas las exigencias Schengen, visado incluido, teniendo en cuenta que era un reclamo del Gobierno de Ceuta, pero no del tripartito de nuestra ciudad.
La práctica nos ha demostrado que, efectivamente, había sólo una fórmula para organizar el tránsito fronterizo y era precisamente eliminando el porteo, algo que nadie quería hacer por el enorme coste político que tiene. Pero llegó la pandemia y sirvió en bandeja la justificación perfecta para cortar por lo sano.
Han sido dos años durísimos para Melilla y Beni Enzar, especialmente para las familias cuyo único ingreso provenía del contrabando. Pero la situación está hoy bajo control y España y Marruecos coinciden en defender que el comercio atípico es cosa del pasado.
Por tanto si sacamos el estraperlo de la ecuación, no queda más remedio que normalizar el sistema tributario de importaciones y exportaciones para que el dinero fluya de un sitio a otro; para que la frontera cumpla su cometido natural: ser nexo de unión y creación de riquezas.
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