Ayer lo pedía el secretario general de la Asociación Unificada de la Guardia Civil al Gobierno español con motivo de la anunciada visita de Rubalcaba a Marruecos. La petición de Alberto Moya resume y coincide con la del pueblo melillense y cualquier español sensato que sepa ver tras lo que está sucediendo en nuestra frontera una manipulación política espuria en la que nuestras fuerzas de seguridad se están convirtiendo en injusto blanco de la diana, con las mujeres funcionarias de los mismos cuerpos como objetos principales de vejaciones y acusaciones intolerables.
El Gobierno de Zapatero, ayer, a través de su secretaria de Estado para Políticas de Igualad, terciaba por fin en un asunto que con su silencio estaba logrando convertir en algo más vejatorio si cabe.
La presión sobre Melilla, en los términos que se está llevando a cabo, sólo puede tener un alcance mínimo, como ocurrió hace dos veranos cuando los primeros bloqueos se sucedieron. Sin embargo, estamos ante algo más serio que ha puesto en un brete al Gobierno Zapatero y que exige de firmeza para dar cuenta que en las buenas relaciones entre dos países el respeto y el juego limpio son imprescindibles.