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“Entre los jóvenes se está normalizando cada vez más acudir al psicólogo”

La ansiedad crece entre la población más joven y los expertos alertan sobre la importancia de tratarla. La pandemia, el aislamiento social y las dificultades económicas hacen que aumenten los problemas de salud mental entre la población.
Por ello, El Faro ha entrevistado a Paola Arrufat y Fernando Cabo, psicólogos sanitarios en Clínica Verys, situada en la calle Juan de Lanuza número13, local izquierda.

–Los últimos datos indican que la ansiedad entre los jóvenes no cesa de aumentar. ¿Cuál es la situación en Melilla?

–La situación en Melilla es similar a la del resto de España. Desde la finalización de la cuarentena de 2020, se han disparado las peticiones de cita para atención psicológica por ansiedad como principal motivo de consulta en menores, pero con las peculiaridades propias de nuestra ciudad. En este sentido, el miedo y la vergüenza que todavía provoca reconocer que se sufre un trastorno relacionado con la salud mental en una ciudad pequeña aún está presente en algunas familias, aunque sí es cierto que entre los jóvenes se está normalizando cada vez más acudir al psicólogo. De hecho, observamos cómo actualmente el número de peticiones de citas sigue creciendo.

–¿Cuál es el perfil de los jóvenes que acuden a su consulta? ¿La pandemia es un factor que influye determinantemente en este sentido?

Los jóvenes que acuden a Clínica Verys por ansiedad suelen presentar dos perfiles. Por un lado, adolescentes que refieren falta de motivación en actividades que antes les eran placenteras, como por ejemplo salir con los amigos, estudiar o hacer deporte. Se retiran paulatinamente del mundo social, aislándose finalmente por completo. Por otro lado, también acuden muchos adultos jóvenes que vivieron la crisis inmobiliaria cuando eran adolescentes e inseguridad laboral desde que empezaron a trabajar. Sienten un malestar vital constante salpicado por picos de ansiedad que les hacen vivir atemorizados. Ambos perfiles perciben gran incertidumbre en su futuro y mezclan síntomas de ansiedad con estrés y depresión. Refieren sentir elevadas exigencias externas y presión social y familiar por alcanzar el éxito, exacerbadas y deformadas por las redes sociales.

–¿Cuáles son las directrices que soléis darles? ¿Es difícil salir de la ansiedad?

–En trastornos de ansiedad la directriz básica es exponerse estímulo ansiógeno. La ansiedad es una respuesta fisiológica y natural del organismo que llega a volverse patológica cuando la activación se produce en momentos e intensidad inadecuados, causando cuadros sintomáticos con consecuencias negativas muy desagradables para el paciente. Como consecuencia de tan desagradable sensación la respuesta innata del individuo es la evitación de aquello que produce la ansiedad y esto es precisamente lo que mantiene y empeora los síntomas y convierte la respuesta natural del organismo en un problema patológico. Es decir, los jóvenes que padecen ansiedad, antes de acudir a consulta, llevan a cabo conductas que perpetúan y agravan el cuadro, creyendo que están haciendo lo correcto. Sin embargo, no es difícil salir de la ansiedad cuando se tienen las herramientas, las recomendaciones y la atención sanitaria apropiada.

–¿Por qué está afectando tanto a los jóvenes? Hay adultos que critican que son “una generación frágil''.

–Dicha fragilidad atribuida a los jóvenes suele basarse en una falta de comprensión del contexto social actual. Por algo son la llamada “generación de cristal” los nacidos a partir del año 2000, e hijos de la llamada “generación X”.
Crecieron en los años de bonanza económica. Son la generación que lo ha tenido todo y desde que nacieron han vivido rodeados de tecnología, no han conocido un mundo sin internet. Han tenido preocupaciones distintas a las de sus padres porque sus padres han querido que no les faltara de nada. Como consecuencia, los jóvenes actuales han crecido en un contexto en el que está bien demostrar las vulnerabilidades, hablar de los sentimientos, de la sexualidad o de las injusticias y en ocasiones se interpreta que son débiles por todo ello, pero no lo son, porque la consecuencia directa de vivir en un mundo conectado y de abrirse sentimentalmente al mundo es estar expuesto a él, a la crítica, a la desaprobación y al rechazo. El aumento de la ansiedad en este grupo poblacional es solo una consecuencia del contexto en el que vivimos.

–¿La juventud tiene una forma distinta de afrontar los problemas respecto a las generaciones anteriores o es que antes no había tanto conocimiento respecto a este tipo de problemas?

–Es una mezcla de ambas cosas. Existe un mayor conocimiento y facilidad de acceso a la información, por lo tanto, su afrontamiento será distinto al de las generaciones anteriores en las que además la salud mental sigue siendo un asunto tabú.
Actualmente no es raro que los jóvenes acudan a podcasts o YouTube para intentar resolver sus problemas de ansiedad, estrés o depresión, lo cual es muy positivo porque normalizan hablar de patologías mentales y acaban concluyendo que deben pedir ayuda profesional o en el caso de adolescentes solicitarle a sus padres que pidan cita con un psicólogo.

–¿Qué consejo daría a los jóvenes que estén leyendo esto?

–Que no cedan a la presión que ejercen las redes sociales por alcanzar modelos de vida idealizados y que intenten huir del poder de las críticas despiadadas de las redes. Se debe buscar la mejor versión de uno mismo, centrándose en el proceso de mejora y no sólo en el resultado. Deben recordar que muchas veces somos infelices por comparación a modelos edulcorados inexistentes. Y lo más importante, en caso de sentir un malestar vital por causas emocionales o por ansiedad no duden en buscar la ayuda sanitaria de un profesional de la psicología. Dejar pasar el tiempo suele agravar el cuadro.

–Se relaciona bastante la ansiedad con el estrés o la depresión. ¿Cuáles son las diferencias entre cada uno?

–Están estrechamente relacionados y de hecho suelen ir de la mano. La ansiedad suele presentarse ante trastornos depresivos mayores y ambos suelen presentarse ante situaciones de estrés. El estrés ocurre cuando no podemos lidiar con una situación y nos sobrepasa; la ansiedad produce palpitaciones, dolores musculares, inseguridad, problemas de atención y sobre todo pensamientos rumiativos y anticipación aprensiva. Y la depresión produce una pérdida del placer por cosas que antes sí eran placenteras, enlentecimiento motor y desmotivación.

–Cada vez más la pandemia está menos presente en la mente de la población, aunque siga ahí. ¿Qué factura psicológica está teniendo entre los melillenses?

–Efectivamente, hemos observado un empeoramiento sintomático en personas tendentes a la ansiedad y la aparición de síntomas en pacientes que nunca la habían padecido. Desde el inicio de la pandemia hemos tenido miedo, hay muchos que han perdido a sus seres queridos, hemos tenido que hacer cambios drásticos a nuestra forma de vida y adaptarnos a una nueva realidad, la nueva normalidad, con una vida desestabilizada por completo con un panorama laboral complicado. Todo esto genera estrés, incertidumbre, ansiedad, síntomas depresivos e incluso el surgimiento de otras patologías más atípicas entre jóvenes y adultos.

–Si hay una persona que ha perdido un ser querido por covid o su trabajo o la pandemia le ha pasado factura de alguna forma, ¿hay recursos en psicología para hacer frente a ello o a veces la realidad pesa demasiado?

–Adaptarse a los vertiginosos cambios causados por la pandemia puede resultar difícil, y mucho más cuando se trata de la muerte de un familiar. Pero, con la guía profesional adecuada, el ser humano tiene capacidad de readaptarse a la pérdida, de ser resilientes. La situación extraordinaria que hemos vivido con la pandemia ha alterado la forma en que sobrellevamos la vida y percibimos la muerte, dejando de funcionar en algunos casos las formas habituales por las que se rigen los duelos tradicionales. Todo esto repercute en la superación del duelo dificultando la adaptación a la vida después de una pérdida o cambio vital por desempleo. Por ello, es fundamental en muchos casos hacer uso de las herramientas que nos ofrece la psicología para poder trabajar las emociones y el dolor de la pérdida, adaptarse a un medio en el que el fallecido está ausente o hemos perdido nuestro trabajo y recolocar emocionalmente al fallecido o nuestro nuevo rol y continuar viviendo en armonía.

–Nada más empezar el camino de salida de la pandemia, Rusia invadió Ucrania y el futuro augura nuevos desafíos. ¿Cree que las consultas aumentarán?

–Tras estos dos años de crisis sanitarias la salud mental de la población es más vulnerable. Aunque puede parecer que la situación en Ucrania es lejana, la inmediatez de las comunicaciones permite difundir imágenes del conflicto en directo y cada vez son más las personas que se ven afectadas emocionalmente por imágenes de ciudades devastadas, personas abandonando sus hogares e incluso imágenes con muerte y sufrimiento. La guerra también tiene consecuencias emocionales para los testigos. Las consecuencias indirectas de la guerra, como la inflación o el desabastecimiento, nos permite prever que las consultas aumentarán.

–Por último, si alguien tiene reticencias para acudir a un psicólogo, ¿qué le diría?

–Muchas personas no quieren ir al psicólogo por el estigma social, especialmente personas mayores o adolescentes por el «qué pensarán», y, sin embargo, los cientos de pacientes que atendemos cada año en clínica Verys son personas totalmente normales que necesitan una ayuda puntual. Así que si son reticentes les diría que planteara la primera visita como prueba, una segunda opinión o un asesoramiento. Puede que descubran que su problema tiene una solución más sencilla de lo que esperaban. En cualquier caso, hay que ser consciente de que buscar ayuda para lidiar con una situación difícil es el paso más lógico.

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