Esta experta afirma que los docentes “las pasaron canutas” en una charla que dio en Estudios Melillenses.
Entre la Enseñanza en el Protectorado español a finales del siglo XIX y la que se imparte ahora en Melilla en el siglo XXI hay un abismo, pero profesores de un siglo y otro compartieron algunas dificultades, como el hecho de no hablar la misma lengua que muchos de sus sus alumnos. Elena Fernández Díaz, socia de Estudios Melillenses, ofreció ayer una charla en la sede de la entidad en la que explicó cómo era el día a día de los docentes del Protectorado, los tipos de escuelas que había y cómo evolucionó la Enseñanza hasta la creación de Marruecos en 1956. “Los profesores las pasaron canutas”, asegura Fernández, por lo menos hasta el año 1925.
Hasta entonces, los profesores lo tuvieron muy difícil. “No se entendían con sus alumnos y debían tener al lado siempre a un ayudante que era profesor de árabe”, explica esta experta en la materia que es la base de su tesis doctoral.
Pero la presencia española en el norte de África tenía la misión de enseñar en primer lugar la lengua castellana, lógicamente, pero la labor de los profesores era “muy difícil”. Los docentes se encontraban con más obstáculos a medida que tenían que enseñar en zonas alejadas de las ciudades. Las escuelas en las zonas rurales de Marruecos era aún más penosa, pues en muchos casos ni siquiera disponían de unas instalaciones en las que impartir sus clases. Elena Fernández explica que a veces las lecciones se daban en mitad del campo o en las inmediaciones de alguna mezquita. En algunos casos incluso los profesores sólo tenían una pequeña pizarra para enseñar las lecciones a sus alumnos.
Al contrario de lo que ocurre hoy día, las clases no estaban masificadas. De hecho, la ‘etapa escolar’ de los niños en el Protectorado era muy corta, entre dos y tres años, pues después tenían que regresar con sus familias para trabajar en el campo.
Mientras los primeros profesores sufrieron la docencia, a partir del año 25, cuando se reguló un poco la profesión, las dificultades disminuyeron. Sin embargo, surgieron otras. Los alumnos querían aprender en su idioma y abogaban por un modelo educativo más moderno, en contraposición al sistema tradicional con el que España quería continuar en los años de la dictadura.
En definitiva, Fernández se quedó con el lado positivo de la educación en el Protectorado español: “Al final hay que comprender que los españoles estábamos allí por algo, para darles una cultura, una educación, pero fue muy difícil. Fueron años muy duros”.
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