El Rey de Marruecos, Mohamed VI, se pronunció por vez primera este fin de semana acerca de la decisión de España de apoyar el plan marroquí para el Sáhara Occidental. Lo hizo durante un discurso dirigido a la nación con motivo de la fiesta nacional llamada “Revolución del Rey y del Pueblo”. Como cabía esperar, se felicitó por tan importante logro ante la potencia descolonizadora y aseguró que esa postura había abierto una nueva etapa de asociación entre los dos países.
Sin embargo, en el lado español las cosas no están tan claras ni existe un apoyo rotundo a la postura adoptada por el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. Muy al contrario, al jefe del Ejecutivo le han llovido las críticas dentro y fuera del Parlamento por haber alterado un estatus quo que venía manteniéndose durante décadas, independientemente del color político del gobernante de turno.
A día de hoy son muchas las voces que se preguntan a cambio de qué se le puso el Sáhara en bandeja al rey alauita y no se encuentra una razón de peso que lo explique. Por mucho que queramos, Marruecos nunca va a reconocer la españolidad de Ceuta y Melilla. Si era eso lo que se pretendía, se ha errado el tiro.
De hecho, nada ha mejorado en la situación de las dos ciudades autónomas, que siguen asfixiadas económicamente por unas relaciones fronterizas que hacen imposible lo que deberían ser intercambios normales de mercancías.
Han pasado ya más de tres meses desde la apertura de la frontera y el vecino país sigue sin permitir la entrada de productos melillenses. Tampoco ha sido posible la reapertura de la aduana comercial cerrada unilateralmente por los marroquíes en 2018 como tampoco la creación de otra en Ceuta.
En cuanto al tema migratorio, todos sabemos lo que ha pasado: el 24 de junio se produjo una auténtica tragedia en la valla mientras unos 2.000 inmigrantes trataban de llegar a la ciudad. En Canarias, además, se quejan amargamente de que no dejan de llegar pateras. Y, en realidad, las negociaciones más que con España se están llevando con la Unión Europea, que promete a Marruecos 500 millones para que colabore en poner freno a los flujos migratorios.
O sea, que continúa la incógnita acerca de cuál ha sido la contrapartida marroquí al tema del Sáhara. Por ahora no se ven indicios de por dónde irán los tiros. A lo mejor, si en septiembre Melilla vuelve a tener su aduana comercial con Marruecos como esperan los empresarios locales, podremos empezar a despejar todas nuestras dudas.