Juan José Imbroda fue claro ayer en su exposición y diagnóstico de nuestra realidad. No dudó en calificar el paro como el principal problema de la Melilla actual, y aunque también se centró en clamar por una ciudad sin divisiones por cuestiones étnicas o religiosas, dedicó gran parte de su intervención a proponer recetas de tipo político y económico que logren contrarrestar el principal drama que azota a la sociedad melillense.
Con cuatro años por delante, algo menos de cuatro a causa de los retrasos en la constitución de nuestra nueva Asamblea y renovado Gobierno local, Imbroda supo trasmitir un mensaje esperanzado en el futuro de Melilla. El mismo que debemos asumir como propio, porque en la ilusión y la confianza se asientan los principales pilares de toda empresa que aspira al triunfo y el éxito.
Melilla, como proclamó el reelecto presidente, debe aspirar a ser una ciudad más solidaria y más justa, y para lograrlo son imprescindibles medidas políticas que requieren del apoyo del Gobierno central.
Como dijo Imbroda, “hay que creerse Melilla”, hay que actuar en concordancia con el gran potencial de nuestra ciudad y con el valor intrínseco de una sociedad plural que sirve de ejemplo al resto del mundo, a pesar de nuestros problemas, de nuestros defectos y nuestras debilidades. Por tanto, el objetivo no puede ser otro que afianzar nuestras fortalezas y reclamar todos los apoyos posibles para corregir nuestros problemas.