Desde este periódico nos hemos pronunciado más de una vez en contra de la inexplicada prohibición que viene a impedir lo que ha sido costumbre habitual en Melilla durante años sin ningún impedimento legal en el control del paso fronterizo. Nos referimos a la decisión novedosa, aunque el delegado del Gobierno sostenga lo contrario, de prohibir la entrada de productos lácteos y cárnicos de origen marroquí a Melilla.
No obstante, resulta fuera de lugar que la Comisión Islámica decida recurrir a Marruecos para solucionar el problema. Ya actuó de forma similar cuando, en la pasada campaña electoral, consideró de forma interesa y políticamente partidista que el melillense Aomar Dudú interfería en los comicios a celebrar en Melilla.
Una cosa es que la CIM quiera recabar de Marruecos una certificación de que los productos marroquíes no incurren en impedimentos sanitarios para llegar a Melilla y otra distinta que acuda a la intervención de las autoridades marroquíes, como si éstas tuvieran derecho a algún tipo de ascendencia sobre la vida melillense. La CIM, que parecía haber abandonado su actitud cerril y políticamente partidista, tan ajena a lo que debe ser su acción religiosa y social eminentemente, se hace un flaco favor a sí misma, a su crédito y prestigio cuando juega a la confusión entre España y Marruecos. Es un absurdo no dejar pasar productos cárnicos y luego autorizar la entrada de borregos para el Aid el Kebir. La realidad viene a demostrar lo incoherente de la medida que se viene adoptando de forma férrea en los últimos meses, pero de ahí a pedir a Marruecos que intervenga para que se solucione hay un trecho que, sencillamente, no se puede recorrer.